viernes, 23 de noviembre de 2018

PERFILES: Entrevista con Héctor Terrones

Por Carlos Didjazaá

Sin planearlo mucho, nos reunimos en la Casa Terrones. Permanentemente ocupado, al llegar lo encuentro terminando de atender a una clienta. Está apurado, pues acordamos ir a la Ibero en cuanto llegara a la cita, sin embargo, aún tiene cosas que hacer. Lo espero.

Parece distante en un principio. Nada más alejado de la realidad; Héctor es bastante extrovertido, su voz es fuerte y su plática desenfadada. Físicamente, es alto y barbudo. Me pide que espere en la sala y me presta algunos de sus libros de moda para que los lea mientras él acaba. — ¿Ya viste el de Mugler? — dice — mi trabajo solo ha tenido tres influencias, él es una. Cuando lo tuve enfrente para que me lo firmara no supe qué decir —. No lo ubico en su biblioteca. En cambio, hojeo el catálogo de la última exposición del MET "Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination". Son cuatro volúmenes. — ¡Oye, ven! — escucho desde la cocina. Voy. Ya no me dio tiempo de revisar el de Mugler. 

En la mesa, me esperan un bistec y un vaso grande de té verde. Los tres comemos juntos. Aún no he mencionado a Anayeli; es su diseñadora y nos ha acompañado todo el rato. Su carácter es agradable y se habla con bastante familiaridad con Héctor. No sé desde cuando se conozcan, parecer ser de mucho tiempo atrás. —Así es mi español, ¿eh? — me advierte el diseñador — prueba la flor de calabaza, es la mejor que vas a comer en tu vida... yo cocino como diseño—. Todo está muy bueno, debo admitir. Terminamos. Héctor sale disparado a cambiarse y poco después llega el Uber que nos llevará a la universidad.

El plan es el siguiente, según yo: lo entrevisto, vamos a su conferencia y después regresamos a su casa.

— Nos esperan en la puerta 10 — instruye al chófer — debe ir después de la 9; si es grande, si es chica, si es roja, si es azul, si es amarilla, no lo sé. Nos esperan en la 10 —. Le pregunto si quiere que lo entreviste de camino a la universidad, responde que no. — ¿Para qué? Ahí voy a hablar de mi vida y es de lo que me vas a preguntar tú. Mejor me ahorro saliva y me preguntas sobre lo que tengas dudas ahí mismo: Héctor Terrones es vivencial —. Aún así le hago preguntas en el camino de forma discreta; no quiero que note que, a fin de cuentas, todo es entrevista. Fallo miserablemente. Lo dicho en el trayecto queda como una plática entre amigos.

Me sorprende la cantidad de mensajes que manda y recibe: notas de voz, llamadas, pedidos, memes; Terrones no deja de trabajar nunca. Llama a su sobrina Joss Terrones, que es quien lo citó en la Ibero para que le dé una plática a las estudiantes de Diseño de Indumentaria y Moda en su clase de Textiles. Bromean, se gritan, se ponen de acuerdo y Héctor le pide un café; en el camino le irá llamando varias veces. 

Por fin llegamos. Era la puerta 12, no la 10. Da igual, ya estamos ahí. Joss es menuda, rubia, guapa. Caminamos de prisa hacia el salón con las maletas cargadas de vestidos y corsés para mostrarlos en la clase. Nos reciben. Hay pocas alumnas y tardamos en instalarnos. Héctor me presenta con varias personas y me pide que les hable de mis proyectos, lo cual agradezco. Traen maniquíes y ayudo a una chica a vestir uno; está bastante nerviosa. Por alguna razón, todos lo estamos, pero no queremos demostrarlo. Se corre la voz y vemos cómo se va llenando el recinto. Empieza la presentación. 

Me he tomado la libertad de retomar algunas preguntas que hicieron las alumnas en lo que, en aras de ser una ponencia, terminó siendo una suerte de rueda de prensa.

Héctor Terrones.
Foto por Gabo Franco.

—Háblanos de tus inicios.

Héctor Terrones: Soy técnico en Máquinas y Herramientas por parte de la Vocacional 1 "Gonzalo Vázquez Vela" del IPN. Luego estudié en la Universidad Jannette Klein, que es la que considero mi alma máter; en ese entonces se llamaba Jannette Klein Fashion Design School. Me gradué en el 89, pero empecé a trabajar en el 87 en una fábrica de ropa para niñas, porque tenía que pagar mi carrera. Es de una marca llamada Vestiniña que tenía las licencias de Halston y Guy Laroche. Antes era muy fácil vender las franquicias y trabajar con licencias porque al parecer nadie las cuidaba.

Como estudiante de diseño antes de la época digital, todo era muy difícil. Me llegaba una carpeta de fotos de la colección más reciente de alguna marca de alta costura, y había que interpretarle para niña de cero a seis años. ¡Hacer eso estaba en chino! Hacíamos cerca de 15 colecciones al año para: departamental, autoservicio, boutiques, El Palacio de Hierro, Sears y Liverpool con cinco temporadas: primavera/verano, otoño/invierno, entretiempo, más las promociones que sacaran. Teníamos otra marca que era Winnie Pooh, entonces decían: "este año viene el Winie Pooh vaquero", y tenías que diseñar para el Winnie Pooh vaquero, y sacar ropa de niña y de niño. En esos días, Karina Terrones, mi primera sobrina, tenía un año y fue mi modelo, pues le tenía que probar los muestrarios a alguien.

Como al fin y al cabo la ropa es producción, hay que resolver. Desde el principio me daban ropa que no se vendía para intervenirla; también tuve la tarea de corregir todo lo que tuviera algún error de maquila. En ocasiones, había 400 blusas mal cosidas y tenía que arreglarlo en el momento. Como suelo decir: el defecto se convierte en efecto. Les hacía una pinza, una costura, o le ponía un moño, y se sacaban de vuelta al mercado. A veces, esa blusa con fallas se vendía más que el diseño original. A esa edad tienes ganas de hacer muchas cosas... obviamente no te gusta hacer ropa de niña.

En el 89, para un lanzamiento de la marca Guy Laroche en Liverpool, todo se tenía que hacer de acuerdo a una gala de esa época. Y se me me ocurrió que, si la marca estaba usando terciopelo, pues yo también iba a usarlo para las niñas. Hice vestidos de terciopelo negro con bolsitas y compartimientos para cubrir el pañal; también los hice de tafeta fucsia, jade, morado, azul rey, colores que las señoras ochenteras siguen usando. Había detalles que, por la década, eran muy difíciles de importar. Entonces, me iba a Tepito a buscar qué adornos y bolitas para peinar había, y con eso adornaba los jumpers.

Mientras menos presupuesto tienes más creativo te vuelves. Se los adelanto: en ninguna tienda del mundo encontrarán botoncitos lila con un Swarovski encima. Para hacer lo que tú quieres tienes que aprender a buscar, y si no, a desarrollar. Hoy ya hay cosas como la impresión 3D, pero, salir a la calle, encontrar cosas y observar donde nadie ve, sigue siendo importante. No puedes limitarte a ir  por tus materiales a la tienda de la esquina y luego, si no encuentras lo que querías, decir que no existe en ningún lugar del mundo solo porque no está ahí.

Mi experiencia ahí fue muy buena, finalmente, mi formación es empresarial. Mi familia tiene una empresa: Plásticos Terrones. Es una planta pequeña, pero se ha hecho trabajando.

Oficina de Plásticos Terrones, Ciudad de México, 2018.
Foto por Carlos Didjazaá

—También fuiste maestro ¿Cómo llegaste a serlo?

HT: Cuando establecí mi primer atelier, hacíamos ropa con bordados y cosas así para bazares de noche, que estaban de moda. En el 92, hice los uniformes para un hotel que estaba asociado con un gobernador y me dijeron "ya no te necesitamos, deja de cobrar o te desaparecemos". Ese fue mi primer tropezón profesional. Perdí 50 millones que, hoy en día, deben de ser como 500,000 pesos o un millón. 

Regresé con Jannette Klein, quien siempre ha sido mi mentora y me presenta como su hijo, con una mano atrás y otra adelante. Ella me dio trabajo y formación como docente. Jannette se preocupa bastante porque sus profesores estén capacitados en administración, pedagogía, didáctica... muchas cosas. Anteriormente, ya me había becado para que no abandonara la carrera, pues me había salido de mi casa. Me dijo que diera un curso de bordado, modelado y accesorios. Cuatro meses después, mis grupos estaban más llenos que los cursos de la carrera.

Es muy padre recibir apoyo. En aquel entonces había diseñadores como Manuel Méndez, Genne Matouk y otros nombres que han de haber escuchado, y ninguno de ellos me abrió las puertas porque me veían como una amenaza. Cosa que se me hace muy estúpida. ¿Cómo se la va a agarrar un hombre de 50 años contra un chavo de 22? Es por eso que uno de mis proyectos de vida es que las puertas de mi marca HECTOR TERRONES estén abiertas para todos ustedes, porque nadie me apoyó. Solo hubo uno que lo hizo, se llamaba Claudio Sala. Él hizo el enorme vestido de novia de Lucero. Cuando murió, compré sus máquinas de coser y con eso decoré mi casa.

— ¿Por qué dejaste la docencia?

HT: Me desilusionó ver que los estudiantes solo iban por su diez y a que les pusiera asistencia. No me sentía motivado a seguirles dando clase. La docencia es algo a lo que te dedicas por pasión, por gusto, porque quieres compartir algo, no por dinero. Para darte un ejemplo: si mi clase era Accesorios y duraba cuatro horas, me llevaba a mis alumnos al Museo de Antropología e Historia. Los dividía por salas y les pedía que me hicieran la extracción de cinco elementos gráficos que vieran ahí; les daba dos horas para ver, pensar y diseñar algo, menos aretes y collares. Ir al museo y luego diseñar un collar con un dije maya es demasiado fácil. A veces me metía en problemas con la escuela por sacarlos tanto tiempo, pero no me importaba porque era muy dinámico y aprendían mucho. 

Eso fue un tiempo. Después me decepcionó ver que llegaban con sus justificantes, o que no les interesaba investigar ni siquiera quién les estaba dando clase. La falta de iniciativa me mata. Debes investigar permanentemente. En la época pre-internet, yo les decía que fueran a hojear revistas al Sanborns si no podían comprarlas. Ni te van a correr, ni te van a pegar porque te lleves tres horas ahí. Ahora con el internet lo tienen todo. ¡Tendrían que vivírsela en el sitio de WGSN y no sólo visitarlo cuando tienen una entrega! Tienen que ver toda la cartelera del cine, todas las tendencias de Netflix; no todo es American Horny Story. ¡Tienen que documentarse! En una ocasión, un chico me preguntó que si primero fue el Vogue de Madonna o Vogue la revista. ¡Hasta ganas de pegarle me dieron! 

Al final del día, los estudiantes son clientes. La escuela no te va a reprobar ni te va a expulsar. ¿En serio crees que van a dejar ir una entrada de $25,000 mensuales?

— ¿Cómo y cuándo abriste tu marca?

HT: Gracias a la docencia y a los Fashion Tours de Jannette Klein pude conocer a una diseñadora de vestuario de Universal Studios. Trabajé un mes con ella como su asistente en México y otro mes en en California. Realmente fue ella quien pulió mi visión como diseñador y como empresario de la industria de la moda. Antes, las carreras de diseño de moda no eran tan profesionales y tampoco tenían a los grandes catedráticos como ahora. Tenías que comprar los libros de moda en el MET o en el Louvre y quedarte sin dinero, y no solo presumir que los tenías, también debías aprendértelos. Todo eso ha cambiado con Wikipedia. También me tocó ver de cerca el vestuario de "Drácula, de Bram Stoker", ahí fue que me empecé a interesar más en los corsés.

Con toda esa visión, en 1995 dejé la escuela y abrí el atelier con mi nombre. Ya llevo casi 24 años con él. Empecé vendiendo vestidos de novia, principalmente.

Empieza su presentación. Son fotos de sus colecciones, editoriales y  campañas. No hay texto, solo son Hector y sus anécdotas. — No había otra manera en la que pudiera presentar mi trabajo— aclararía después camino a casa. 

—Cada fotografía salió muy cara, cada fotografía es una historia— dice el diseñador — Si ven una que les guste, interrúmpanme y háganme preguntas—. En el primer retrato está una irreconocible y muy bronceada Cecilia Galeano; nos tiene que aclarar quién es. 

Al encontrar una mejor foto de su trabajo en pasarela, empieza el diálogo con los espectadores.

Cecilia Galeano cerrando un desfile de Terrones, 2006.
Foto de Ricardo Durán.

— ¿Cómo construyes tus diseños?

HT: Yo parto de la premisa de que el cuerpo humano es tridimensional: no solo es parte delantera y trasera; es como vestir a un cilindro que además se mueve. De hecho, en muchas de mis prendas verás desarrollada esta idea. Las costuras laterales no me encantan, prefiero combinar mi parte victoriana con la oriental; es decir: de dos planos crear una pieza tridimensional como en el origami. También hago muchos ejercicios en casa: hago degradado en telas, experimento con bordados... Por ejemplo, este vestido es de un textil horrible que sacó Dupont, se llama Tactel, y tenía que hacer un vestido con él. La metí al microondas, la herví, la teñí, y no le pasaba nada a la chingada tela; pero drapeaba muy bien. Entonces, la drapeé sobre un corsé, le puse cristales morados, hice unas botas a juego con la misma tela y me acabé ganando un premio en Nueva York con ese vestido por el mejor uso de materiales. Lo expusieron junto a una pieza de Versace en el 98.

Héctor Terrones para Dupont, 1998.

— ¿Tú haces todas tus prendas?

HT: Sé hacerlo todo. Así como he llegado a tener hasta 30 empleados, también me he quedado solo. Por eso es importante que aprendan a hacer las cosas. En ocasiones, llegan algunas clientas que no encargan nada, pero traen vestidos de Christian Lacroix o Jean-Louis Scherrer hechos únicamente de pétalos de seda, pidiéndote que los amplíes o los hagas tres tallas más chicos. Es como corregir la rinoplastia de otro cirujano. La ropa que lleva Belinda en "Bella traición" y "Luz sin gravedad" es de Dolce and Gabbana, Chanel y mía. Su madre la compró toda en trunkshows, o sea, son prendas de pasarela o de muestrario que no están a la venta. Eran talla 9. Obviamente, Belinda jamás ha sido de esa talla. Entonces, tuve que reducirlas a talla 5. 

Para quitarle a un saco militar 10 galones de una manga, desbaratar la caja y graduarlo hacia adentro, se necesita valor. Y más que valor, conocimiento. Aunque eso también te da mucha experiencia y seguridad en tu trabajo.

— ¿Cómo es tu proceso para hacer un vestido?

HT: A partir de un solo elemento puedo crear colecciones muy grandes. Actualmente, ya casi no dibujo; elijo mis telas, las aviento sobre el maniquí y, a los tres días, vuelvo ya sabiendo qué hacer con ellas. Ya que estoy coordinando el desfile, le pido a algún ilustrador que dibuje la colección por mí. Si ya está hecha, ¿para qué la dibujo? A veces ya no patrono; solo le pido a mis empleados que me corten medios círculos en determinada tela y todo lo resuelvo sobre el maniquí. Ya no tiene caso llevarlo al papel.

Otra cosa que me gusta es la deconstrucción de elementos, no me gusta lo plano ni lo bien hechecito, tanto en mis diseños como en mi persona. Obviamente, mi escuela ya es muy particular.

— ¿También coordinas tus fotos?

HT: Sí, yo hago la producción, el estilismo; decido maquillaje, peinado, todo. Esta foto es la más icónica de mi marca, es Carmen Campuzano. Sí, fue mi modelo y era una mujer muy guapa que no tenía nada que ver con los chismes que ahora conocen. Esta otra es muy interesante, la tomamos en París. Antes de que yo conociera la ciudad ya me había formado una imagen de ella, e hice un vestido que encajara con mi fantasía y quedó perfecto. La tomamos en el Puente Alejandro III. Esta otra la tomé en el 99, igual en París. Viajé con mi modelo y era imposible tomarla por los turistas; sin embargo, cuando vieron que ella iba de novia, yo de traje, y nos besamos, todos se abrieron porque pensaron que fuimos ahí a tomar las fotos de nuestra boda. Un consejo: vayan bien vestidos cuando viajen; podrán entrar a las boutiques, a varios lugares y siempre los tratarán bien. Esta es muy buena, es del mismo año; yo vi esa foto de la torre Eiffel desde el Champ de Mars y estaba necio con que quería mi foto ahí. El concepto de mi campaña era "¿Dónde vas a pasar el 2000? Tokio, México, París, etcétera". En esa zona no está permitido tomar fotos profesionales y para lograr esa toma debes tirarte al piso. Entonces, metes a tu modelo, corres, te tiras en el piso, tomas la foto y te vas rápido para que no vean que son fotos para una campaña.


Carmen Campuzano modelando para Héctor Terrones, 2000.
Foto de Adolfo Pérez Butrón.

Campaña ¿En dónde recibes el 2000?
Cortesía de Héctor Terrones

—¿Con qué compañías has trabajado?

HT: Con varias: Laroche, DuPont, Mattel, Swarovski, Peñoles y Grupo Reforma. A veces, marcas de textiles como Kaltex me contrataban, me daban las telas, y yo hacía una colección con ellas. 


Mira, esta es de una colección barroca que me encargó L'Oreal Professionel París, con quienes trabajé muchos años. Está inspirada en Frida Kahlo, y me llevaron a presentarla en el Louvre frente a 3000 personas con 80 modelos en el escenario. Yo quise mostrar una mexicanidad como la de las vírgenes oaxaqueñas; no quería llevar una alegoría a la talavera de Puebla como Armando Mafud. La cual me gusta, pero no es mi onda. Todos se levantaron a aplaudirme y me dieron ganas de llorar. Que interrumpan el show para felicitarte a ti, el couturier mexicano, y recibir aplausos de pie está padre. Por cierto, la de la foto es Jacqueline Bracamontes.


Jacqueline Bracamontes desfilando para Héctor Terrones en París.
Foto obtenida del sitio de Rodrigo Marín.

—¿Qué clase de textiles usas?

HT: Me gustan las telas clásicas de la Alta Costura: seda, brocados, encaje, terciopelo, cuero, pieles. Pero también me gusta desarrollarlos. Así como metí el Tactel al microondas, también me gusta emplear altas tecnologías para mis prendas... ¿sabías que puedes hacer plisados en el microondas?

El problema con las telas en México es que hay muy pocas para Alta Moda. Si quieres hacer cosas buenas, tienes que emplear todos los recursos posibles para hacer lucir tu ropa. Yo me aventaba a hacer el ramo, las botas; a planear el maquillaje, el peinado, la música, para que nadie notara lo feo de la tela. Aunque, al final, eso también es tu trabajo como diseñador.

—¿A qué te refieres con altas tecnologías?

HT: ¿Vieron la exposición del MET del 2016, Manus X Machina? Me tocó ver ahí prendas que yo ya había desarrollado. Esa tela de allá es de puros flecos cortados a láser; cuando fui a comprarla hace cinco años a Nueva York me decían que todo el mundo iba a tocarla pero nadie se la llevaba. Compré algunos metros e hice faldas con eso que gustaron mucho. La tela del corsé es una malla bordada sobre color nude, cubierta de cristales Swarovski. De lejos, parece que la mujer va cubierta de brillo únicamente. A eso me refiero con alta tecnología.

—Y con el problema de los textiles en México ¿Dónde consigues tus materiales?

HT: Cada que voy a Nueva York regreso con dos maletas llenas de tela, o si no, las compro en línea.

Modelo de malla nude decorada con cristales y falda de flecos de Hector Terrones.
Foto por Carlos Didjazaá

— ¿Has hecho ropa de hombre?

HT: Sí, esta colección, "Sentimientos Mexicanos", fue de hombre con una sola prenda femenina. Tenía mucha iconografía mexicana y referencias al arte sacro. Pegó mucho al sur de Estados Unidos: gente no mexicana a la que le gusta lo mexicano.

— ¿Cuál es tu mayor inspiración?

HT: Mi principal inspiración es la felicidad de las mujeres que visto. A veces, las madres son muy crueles y llegan al atelier preguntando: ¿Qué puedes hacer para mi hija que está muy gorda, muy prieta, muy fea? ¡Cállate! Déjame con ella a solas y que me diga qué quiere. Cuando al final las veo frente al espejo sonriendo, en un color que les favorece, con alguna tela o un corte tapándoles lo feo, es lo mejor. Eso es lo que me inspira y me motiva para seguir creando.

—Además de Mugler ¿Quiénes más son tus referentes?

HT: Christian Dior y Cristóbal Balenciaga.

Looks de Sentimientos Mexicanos.
Cortesía de Héctor Terrones.

—Tu seña de identidad es el corsé ¿Cómo llegaste a esa conclusión para incorporarla en tus diseños?

HT: En los noventas estaba muy de moda lo unconstructed y lo deconstruted; además, siempre me ha gustado ese discurso de la ropa exterior que parece ropa interior. El corsé fue una idea muy exitosa que copiaron muchos diseñadores. Técnicamente, todas las quinceañeras de México usan una versión modificada de un corsé mío.

— ¿Cómo llegaste a las quinceañeras?

HT: Fue circunstancial. No había un mercado tan grande, y en las expos de bodas yo era el único diseñador con brocados, texturas y colores. En ese entonces, del 98 al 2001, las quinceañeras gastaban muchísimo en un vestido. Así me acerqué a ellas. Además, la televisión ayudó bastante: durante doce años salí en Hoy, Se Vale Diario y Vida TV durante cinco minutos al día.

— ¿Cómo fue tu experiencia en la televisión?

HT: ¡Muy padre! En el 96 me llamaron de TV Azteca para hacer una sección de moda en "Con sello de mujer" que producía Magda Rodríguez. Al mismo tiempo, en Televisa, el programa "Hoy" se reinventaba con Talina Fernández, Alfredo Adame y todos ellos. En paralelo, empezaba la relación de Eugenio Derbéz con Sarah Bustani. Como viajaban mucho, Sarah me pidió que le hiciera un favor y la cubriera en las temporadas que pasaba fuera. 

Mi primera entrevista en televisión fue con Talina, de hecho. Y en esa ocasión me dijo: "vi en el periódico, hace unas semanas, a una modelo divina con un corsé de un diseñador mexicano, y tu trabajo me recuerda a él". Vi la foto y era, justamente, la fotografía de Carmen Campuzano. Así fue como entré a la tele.

Alguna vez comentaba con Beatriz Calles que yo estoy muy agradecido con Sarah Bustani porque fue ella quien me metió a la televisión, y Calles me respondió: "No, ella te invitó a la TV, pero, en realidad, le gustaste a la cámara, a la gente y a los productores desde el día dos". Es cierto, por eso duré cuatro años en "Hoy". Luego, como pasa muchas veces, nos cambiaron de estudio para que entrara otra producción y, en el 2000, entró una propuesta para el Canal 4, el canal de la Ciudad de México.

Tras hacer estudios de mercado se dieron cuenta de que no había un canal para la Ciudad de México. Ya sabes que hay canales locales en cada ciudad, donde se anuncian los negocios de la zona para no pagar publicidad en la televisión mainstream que es carísima; entonces, era absurdo que la capital no tuviera el suyo.

Necesitaban personal proactivo, propositivo, con mucha creatividad y me llamaron a mí para la sección de moda, Me pidieron que colaborara de manera formal y acepté, así llegue a Vida TV. Teníamos poco rating, pero cuando pasó el atentado de las Torres Gemelas en el 2001 se decidió que en el programa no se hablaría de eso; a fin de cuentas, la tele sirve para entretener. 

Nuestros espectadores se fueron al triple y como vieron que funcionó nos pasaron al Canal 2. Ahí yo salía con Galilea Montijo, Héctor Sandarti, La Bodoquito -que en paz descanse- y tuve una parte muy importante, pues tenía mi pasarela fija en el programa y teníamos un rating de punta cuando salía yo.

En esos cinco años, tuve nada más tres o cuatro juntas con el productor por detalles como que no podía salir con el logo HT en la solapa de mi saco, por asuntos del departamento de ventas; o por la ocasión que invité a Michel Domit al programa y fue un rollo porque en la tele no puedes decir marcas y su empresa se llama igual que él. También entrevisté a Carolina Herrera cuando trajo su perfume 212 a México.

Luego, me invitaron a Univisión a programas como "El Gordo y la Flaca" o “Sábado Gigante” y empecé a presentar mis colecciones cada 15 días. Ese momento fue importantísimo. Realmente ahí fue cuando definí al personaje televisivo de Héctor Terrones que mucha gente recuerda.

Yo era muy incluyente en mi sección: invitaba a diseñadores pequeños o empresas textiles como Mussi, que hoy está muy consolidada; a Jaime Ibiza, que es diseñador de bolsos, y otros más que eran mis invitados fijos. Pero también acudían los que hacían trajes de baños, tallas extras, ropa para bautizo, un chico que hacía playeras experimentales en la Zona Rosa. Todo lo que fuera parte de nuestra industria presentado de forma simple y amena. Es como los programas de cocina: no tiene sentido enseñar a hacer un lomo de cerdo a la ciruela con soufflé de huachinango, la gente necesita saber cómo se hace un huevo estrellado bonito y ya. Le tienes que hablar al público como si no supiera del tema. Ahí me volví conocido; lo sigo siendo, pero suele suceder que, si no estás en tele, piensan que te moriste.

Héctor Terrones en Vida TV.
Foto de www.expertos.tv

— Tú mismo has dicho que hay que crear una imagen alrededor de ti y que la imagen de tu marca eres tú ¿Cómo logras eso sin volverte un remedo de influencer?

HT: Yo lo logré porque soy Héctor Terrones: soy ese eslabón perdido entre los modistas de antes y los diseñadores de ahora. Además, al estar en televisión forzosamente te vuelves un personaje.

— ¿Y cómo logras separar esta triada de televisión-moda-farándula y seguir siendo Héctor Terrones diseñador de moda, y no Héctor Terrones el diseñador de las estrellas?

HT: Me caga que me presenten como famoso. Me apellido Terrones, no Famoso. No me gusta que me relacionen. Mi objetivo es muy claro: trabajar con los productores, no con el talento. Hice las dos últimas temporadas de Master Chef: si no les gustó el corsé de la Chef Betty en redes, me vale madres. Lo importante es el productor y el rating. Tienen que entender que eso es showbiz, no moda. A mí me pagaron y me dieron crédito, además, cumplí con mi trabajo. Me llevo muy bien con Yuri, por decir un nombre, y a veces me llama para que le haga vestuario, pero es porque la conozco. Yo trabajo más con la productora o el canal de televisión.

— ¿Qué tan rentable es mandar a las artistas vestidas con tu ropa a una alfombra roja?

HT: Nadie viene a mi taller a pedirme que le haga el vestido de Paulina Rubio. Nadie. Nunca. No tienes que alejarte de eso, es una inversión para tu imagen y tu marca, pero no es una alternativa de negocio.

—  También hiciste una colección de Barbie ¿Cómo sucedió eso?

HT: Por la gente de Vestiniña. Ellos trajeron la marca de Barbie al país, la encuentran en Liverpool. Abraham Daniel Zaga, dueño de la licencia de Barbie en México, me habló varios años después y me dijo: "¡Qué bueno que sirvió mi llamada! Me hablaron de Mattel desde Nueva York para preguntarme qué diseñador mexicano podría desarrollar una colección para la marca, y les hablé de ti, después de veinti-tantos años". 

Cada que hagan algo tienen que apasionarse, no pueden hacer un favor a medias. Esa ocasión ha sido la única en la que Barbie ha tenido apellido: "Barbie by Terrones", búsquenlo en YouTube. Eran prendas que se iban a vender en Macy's. Me dieron el layout y me dijeron que diseñara basado en eso, con colores pastel viejos, naranjas, etcétera ¡Guácala! Me fui a la Lagunilla y encontré una blusa de remate con ese layout. Se la dejé al director de Barbie en su escritorio y le pregunté "¿Cómo me mandas a hacer una colección internacional con esto? Si ya está en las calles de México es que ya lleva dos años a la venta, déjame hacer el layout a mí". 

Hice una Barbie rockera en rosa, plateado y negro. Si mi inspiración era esa, naturalmente yo iba a salir con mis mechas rosas a despedir la pasarela. En 72 horas se hablaba de la colección de manera orgánica en 65 países. En el 2007. Aún así, como los dueños de Mattel eran unos WASP no me quedé con el contrato ¿Cómo iba a ser el chief manager de Mattel un homosexual latino? Eso es importante...

Barbie by Terrones (2008).

— ¿Te presentas en Fashion Week?

HT: Ya no. En Fashion Week me presenté 10 veces y en Mercedes Benz Fashion Week México, 12. Fui el primer invitado a la segunda edición de Mercedes Benz y puse la condición de llegar con mi propia producción, y así fue. Trabajábamos muy bien hasta que me salí de ahí porque me maltrataban como diseñador. 

Yo les acarreaba mucha prensa, el 20% de los invitados eran míos y el 80% de Mercedes; o sea, gente que le había comprado a Mercedes Benz ese año, y que se volvían clientes potenciales míos. Eso era al inicio. Lamentablemente, hoy tienes que tener 20,000 followers como blogger, o pagar $250,000 para entrar, y yo ya no estoy para eso. Vendo otro tipo de prendas, y ya no me presento por aplausos. Porque además, le permites a la gente que te destrocen: hablan bien, hablan mal ¡Pero nadie te compra! Yo me llevo muy bien con la prensa importante. Si es por relaciones comerciales, no me interesa. Si es para que me vean los estudiantes de diseño, creo que es la obligación de las instituciones educativas decirles quiénes diseñan en México y llevarlos a una visita guiada por sus ateliers o traerlos a la escuela como pasó hoy. Hacer colecciones para caerle bien a alguien -¿A quién?- no es negocio.

— ¿Cómo conseguiste llevarte bien con la prensa?

HT: Soy amigo de Fernando Toledo desde hace muchos años. Hemos viajado por todo el mundo, pues yo he presentado en Hong Kong, en París, en muchos lados. Lo conocí desde que Reforma Moda apenas empezaba y yo les coordinaba las editoriales. Mi amistad es eso: amistad, no hipocresía de "ay, voy a invitar a comer al editor de Reforma para que me publique". Yo le llamo y le digo: "oye, tengo unas fotos, ¿me las publicas? Va, órale" y ya. Después de cierta edad y mucha historia pasa eso.

—Aquí nos dicen mucho que al diseñar hagamos lo que queramos, porque al trabajar se cierran mucho a las ideas ¿tú qué dices?

HT: Que es cierto. Como estudiante puedes diseñar lo que se te hinche un huevo, pero trabajando entiendes que debes seguir un A, B, C; no puedes hacer un M, Ñ, W, Z si no tienes formación. Debes diseñar pensando siempre en que debe gustarle a mucha gente, no obstante, cuando diseñas solo pensando en la gente, se vuelve simple diseño comercial y pierde toda cualidad artística. Yo hago lo que quiero, pero si me pasan un layout, trabajo con base en eso. Mira —dice mientras señala un corsé de cuero negro— la inspiración de este son los bichos, los escarabajos; las telas negras, brillosas, mate. En la espalda tiene una panza de lagarto que mide dos metros. El cuero es del más suave y tiene muy pocos cortes; entre menos cortes tenga más caro es. ¡Es una pieza de 3000 dólares! 

De todas formas, para hacer lo que quieras debes tener mucha cultura. Para trascender, te tienes que quemar los ojos.


— ¿Qué opinas de esta tendencia de decirle a los estudiantes que deben hacer ropa, no moda, que no son artistas?

HT: Que es desinformar y es muy mala escuela. Actualmente, se les dice que hagan piezas unitarias, con mucha propuesta, pero que no se van a vender nunca, que qué oso ser como Terrones y vestir reinas de belleza. Bueno, puedo decirte que yo vendo mucho más que ellos, que de un patrón yo hago 400 novias, y que mi trabajo sí es artístico ¡Yo pintaba murales! No soy un simple vendedor de vestidos. Soy un diseñador y me considero un artista. Eso que dices me parece un mal consejo.

— ¿Qué consejo nos das como diseñadores mexicanos para insertarnos en el mercado internacional?

HT: Llénate de cultura, aprende. Si no sabes quién fue Arturo Ramos, Cynthia Gómez, Héctor Terrones, Versace, Scherrér, etcétera, y quien fue al principio, al final y en medio, no puedes diseñar. Debes tener una cultura visual muy amplia. Antes de hacer cualquier cosa, primero tienes que saber. No veas revistas de moda, Yo tengo años, ¡siglos!, sin abrir una. En la revista ya está resuelto qué debes diseñar. También evita Pinterest, es como ir a una juguetería y ver en la sección de Lego el carro de Batman. Si ves eso, a partir de ahí lo que hagas será copiado. Lo chingón de Lego es que te digan: "tienes que hacer un muro rojo", y que no haya ningún material rojo y tengas que resolverlo. No consumas información de moda resuelta.

— ¿Trabajar en la fábrica de plásticos de tu familia influyó en tu estética?

HT: No definió en nada mi estética pero sí mi manera de trabajar. La parte estética se la atribuyo a mi madre que es fashionista. Vengo de una familia en la que mi papá no es godínez: no nos levantamos temprano, no seguimos ninguna dieta, no somos deportistas, pero trabajamos 24/7. Entonces, si en algún momento a las 12 de la noche debes levantarte a checar un problema en la producción, o detenerlo todo para introducir una mejora, o salvar un pedido a toda costa, lo hacemos. Al mismo tiempo, mi padre y toda mi familia que se dedica a eso, han innovado y han diseñado productos súper importantes, así como yo me apegué al corsé. Esa parte emprendedora y ética fue lo verdaderamente importante para mí.

— Hablando de ética ¿Qué valores en específico definen tu firma?

HT: En la Casa Terrones se trabaja con cinco valores que me costó mucho definir: 1. El vestido debe ser sobre medida. 2. Debe hacerse al gusto del cliente. 3. Debe haber una propuesta de la casa. 4. La prenda debe verse más cara de lo que es. 5. Si no me recomiendan se les rompe el vestido a media fiesta.

— ¿Cuál es el peor error de un diseñador?

HT: Sentirse chingón.

— ¿Cómo formas un acervo visual, es decir, cómo empiezas tu estética?

HT: Tienes que trabajar para alguien tres o cuatro años, no puedes ser tan lírico. Si te da pena o coraje sentirte el gato de alguien, es tu pedo. Tienes que trabajar levantando cajas, acarreando agua, da igual: el ABC está ahí. Tienes que ponerte horas y ser disciplinado: una hora para levantarte, una hora para comer, otra para ir al baño. Tienes que ser ordenado. Si no tienes orden en tu clóset, tu alacena y tu vida, no puedes ser diseñador. No puedes ser nada.

Finale de la colección ROUGE, 1998.
De izquierda a derecha: Jacqueline Kocher, Fernanda Chabat, Martha Cristiana, Felicia Mercado, Héctor Terrones, Laura Reyes, Galilea Montijo, Monique Vilfort, Ana Torallas, Norma Flores, Irene Ponce y Soraya González.
Foto cortesía de Héctor Terrones.

— ¿Has elegido tú a tu propio nicho de mercado o él te eligió a ti?

HT: Recientemente descubrí que las ganas de tener un taller de Alta Costura eran generacionales. Me tocó una época que quería eso y así me quedé. Además, no me interesa crear ropa para producción masiva. Respecto a mis clientas, ellas llegan a mí porque les gusta mi trabajo. No me encanta que lleguen con revistas, comprendo que a veces son necesarias para tomar algún elemento como referencia, pero ni tú eres Claudia Schiffer ni yo soy Valentino. Si estás conmigo es porque quieres que yo te diseñe algo.

—Tu apogeo fue en la década de los dosmiles y tu identidad como diseñador encajaba muy bien con ella ¿cómo mantienes un negocio así en una década diametralmente opuesta que está mucho menos sexualizada sin comprometer tu ADN?

HT: ¡Yo sigo vigente papacito! ¿Qué te pasa? (ríe) No es cierto, estoy consciente de eso. En esa época yo tenía vida de rockstar: amarraba a mis perros con longaniza y tenía 300 pares de zapatos, jamás repetí un par en televisión. Algo de lo que me di cuenta es que nadie te recomienda mas que en su propia familia. Entonces, las novias que vestí antes, ahora mandan a sus niñas para sus quince años; o quinceañeras que vestí hace tiempo, ahora vienen a que les haga su vestido de novia. Te tienes que adaptar. También tienes que estar muy atento a todo ¿ya vieron A Star Is Born? ¡Háganlo! Si no lo hacen son nacos. Es su obligación. Si te contratan en un bar gay, los clientes llegan con la idea de ver algo como Lady Gaga. Tienes que estar actualizado y hacer algo así, aunque no tragues a Lady Gaga. Insisto: vean todos los documentales de Netflix, aunque les caguen. Por ejemplo, el documental de los Windsor ya está resuelto; es lento, pero si te dedicaras a investigar eso en libros tardarías años. Vean cine, salgan a la calle, vean los aparadores, actualícense. 

Debes mentalizarte también. Recientemente, tomé una terapia que se llama cognitivo-conductual, te enseña a usar tu cerebro más que tus sentimientos. Si estás trabajando y tienes que usar rosa, pero te caga el rosa, no importa: te programas para que te guste el rosa. Te das cuenta de que ese rosa te va a dar de comer, y diseñas para ese rosa. No solo es lo más inteligente, también es lo que más te conviene.

— Respecto a la gestión ¿Cómo te organizas?

HT: Por días: los lunes hago home office; martes, miércoles y jueves atiendo clientes; los viernes no veo a nadie, hago scouting y networking; el sábado, si no hay expos, me lleno de clientes desde las 10 hasta las 7; el domingo descanso. Tengo un asistente para finanzas, otro para las clientas y otro para redes sociales. Todo es outsourcing.

— ¿Qué futuro le ves a la industria de la moda en México?

HT: Ninguno. Todos consumimos ropa importada. La verdadera pregunta debería ser: ¿Cuál es la tendencia mundial en moda? Así como se acabarán los obreros y los licenciados, se acabará el mercado que pide algo one of a kind, como lo que hago yo.

—Finalmente ¿Qué sigue para Héctor Terrones?

HT: Esa pregunta me choca y siempre me la hacen. Ni siquiera sabía que iba a llegar a esta edad. Tengo una línea de zapatos, TERRONES BY GREZZO, va lento pero va avanzando.



La conferencia/rueda de prensa termina. Tomamos una foto grupal en la que salen todos menos yo. Pienso que el periodista debe ser invisible. Los estudiantes se dispersan y yo salgo del salón. Me presentan a un par de diseñadores importantes, hablo con ellos y les doy tarjetas. Al final, vuelvo con Héctor.

Joss nos lleva en su carro hacia Centro Santa Fe, debe comprar algo. Pasada casi una hora nos vamos a cenar.

De camino a la Casa Terrones, en un fatídico paseo por toda la ciudad, platicamos más desenvueltos. Reconozco que no he sabido bien qué decir en las ocho horas que he pasado con él. Está lloviendo. 

Después del recorrido, ya en su hogar, Héctor por fin revela su cansancio. En la sala, a oscuras, alumbrado solo por una lámpara, se sienta en su sillón a revisar su celular. Me pide un Uber para que me lleve a casa, y en lo que espero a que llegue hablamos, sin tema, para no pasar el rato en silencio.
Cuando su teléfono le avisa que el chofer ya está afuera, me acompaña para despedirme en su portón. La jornada ha terminado.

Ahora debo ver qué hago con la (no) entrevista que llevo grabada en el celular.

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