domingo, 22 de octubre de 2023

Una labor noble - Historia y Moda

Por Carlos Didjazaá

Hace unas semanas, Diana Porta me cedió un espacio en su podcast para hablar del porqué de mi interés por la moda. Para hacerlo, escribí un texto breve, el cuál leí en voz alta. Le mandé la grabación a Diana, quien luego lo editó en esta pequeña cápsula. Tristemente, mis habilidades de locución son paupérrimas, por lo que en ocasiones no se alcanza a distinguir qué estoy diciendo. Por lo tanto, decidí compartirles el texto por este medio.

Al final de esta entrada van el enlace y el escrito.

¡Gracias por el espacio, Diana!


Escuchar acá



Me llamo Carlos Didjazaá. Tengo 25 años. Nací en la Ciudad de México y sigo viviendo aquí. Soy periodista, desde 2017 investigo la historia de la moda en México. Mi orientación política es la apatía; desde hace tiempo intento no involucrarme en nada. Soy ateo, pero entiendo a los que creen en Dios. Aunque normalmente hablo mucho (de verdad, mucho) eso es todo lo que dejo que sepan de mí. Mi conversación versa más en lo que me gusta y en lo que sé, que en lo que soy. Y de lo que más sé es de moda. No obstante, en esta ocasión hablaré un poco más de mí, más en específico, de mi relación con la moda, por petición de Diana Porta, quien me dio la oportunidad de hacerlo.

Para hablar de mí es necesario que escriba. Esto es un texto, por eso sueno tan propio; cuando hablo libremente soy más vulgar. Los que me conocen en persona lo saben. Tengo facilidad con las palabras, pero cuando hablo, sin darme cuenta, termino yéndome por las ramas abordando mil cosas, sin contar nada que realmente sea mío. Una psicóloga me lo señaló cuando iba en la preparatoria. Poco tiempo después dejé de ir con ella.

Mi primer encuentro con la moda sucedió cuando tenía 5 años, en el Liverpool de Polanco mientras maquillaban a mi tía. El maquillista tenía una tele en su estación y estaban transmitiendo un desfile de Dior (alta costura, otoño 2003, me enteré más tarde). Cuando vi el abrigo de piel de la modelo, el maquillaje, su modo de caminar, la tarima decorada con luces, tuve una epifanía. Me gusta llamarla así. Di una vuelta por el departamento de mujeres esperando encontrar lo que vi en la tele, y me desilusioné al toparme con lo que vendía la tienda. Volví a la tele que tenía el desfile en loop, por el mero placer de volver a ver ropa hermosa, y ahí estaba: la ventana a una mejor vida. Siendo conciso, eso es todo lo que significa la moda para mí: una mejor vida.

Más interesante. Mejor. Menos tediosa. Más vivible, por decirlo de algún modo.

Va más allá del dinero, a mí la moda me dio la posibilidad de una vida distinta a la que me ofrecía mi medio originario.

Quise investigar qué fue de la moda mexicana porque sentí que era algo que podía hacer, porque no había mucha información, y porque me emocionaba descubrir algo nuevo. Llevo seis años en esta misión. Lo he disfrutado mucho. Y me ha dado anécdotas interesantes que me gusta presumir, y otras, de las que no puedo contar nada. Cuando me siento perdido, reviso mis apuntes para releer la biografía de alguien a quien admire y que ya no esté. Me da consuelo saber que, a mi edad, la mayoría se encontraba en una situación parecida a la mía. A la mitad de algo. Desorientados, porque apenas empezaban sus grandes proyectos después de unos cuantos empleos insipientes. Me tranquiliza ver que, aunque en general estas personas tuvieron vidas bastante particulares, podemos coincidir en eso. Podemos coincidir en muchas cosas, realmente. ¿Es esto la experiencia humana?

En cierto modo, le he dado dirección a mi vida a través de la de ellos. Pienso mucho en la muerte. Es un tema que me pesa, porque seguido de la muerte va el olvido. Y aún no termino de asimilar cómo tanto trabajo y tantas ganas e ímpetu pueden acabar en nada. Aunque ese sea el destino de la mayoría de las cosas. Pienso en el poema Un escritor mediocre: “el olvido es la meta, yo llegaré antes”. Una premisa verdadera, que aún no quiero aceptar.

Quizás sea fruto de la inmadurez, pero dedicarme a investigar qué hicieron estas personas, localizar su obra, es decir, sus prendas, y acotarlo todo, me parece una labor noble. Y no me ha pesado dedicarle mi juventud a esto.

En todas las disciplinas, en todos los lugares, estudian a sus muertos. Es por un sentimiento, más o menos universal, al que las palabras no le hacen justicia. Me da gusto haberlo hallado a través de la moda.

Y me da gusto haberlo compartido contigo que me escuchas.


jueves, 28 de octubre de 2021

Retrato de Manuel Méndez

Proyecto PERFILES está clausurado tal como lo había planteado. Esta investigación integral sobre la moda en México verá la luz en forma de varios libros y publicaciones. Mientras tanto, usaré este blog como la albacea digital en la que depositaré archivos y contenidos que me interesa que estén en línea y sean fácilmente localizables en Google.

Juan Soriano, Retrato de Manuel Méndez, 1958.
Foto por Carlos Didjazaá


sábado, 12 de enero de 2019

PERFILES: Entrevista con Armando Mafud.

Es complicado hablar de él, definitivamente controversial, cada que su nombre sale a colación surge un ligero quejido "mmm... Mafud" y algún comentario, a veces desfavorable, otras veces flores, la mayoría omite sus respuestas.
Lo conocí en la gala del Fashion Group; en cuanto lo reconocí me le acerqué con pretexto de tomarle una foto, pero todo era plan con maña para invitarlo a PERFILES.
Se podría decir que es un diseñador canónico, casi todos los diseñadores mexicanos que salen al extranjero terminan presentando cosas que recuerdan a él y cada que se habla de moda mexicana, si no es el primero al que mencionan, al menos tiene que aparecer en la conversación, ya sea como defensor de nuestras raíces o como mal ejemplo, siempre está ahí.
Oaxaqueño, se le da bien eso de los colores y las tramas, es conocedor de las artesanías del país y lo demuestra, a veces con estampados de talavera poblana, o con bordados huicholes o istmeños. No es difícil encontrar detractores de su obra, a muchos les parece pesado tanto color y algunos, más "filosóficos", reniegan de él categóricamente con argumentos muy a lo "Alta traición" de José Emilio Pacheco, no obstante, es más fácil aún encontrar fans suyos que lo defiendan a capa y espada.

De mirada dura y muy pocas palabras, Armando es un hombre difícil de impresionar, recientemente se ha dejado la barba y eso le suaviza un poco el semblante.
En esa misma gala rifaron unos ejemplares de su libro "Por Siempre México", una retrospectiva de su carrera comentada por doce escritoras, del cual me gané una copia. Cuando aproveché para que me lo dedicara y confirmar la entrevista no me pareció tan terrible como dicen que es. Es educado, pero no es encantador.
Pareciera incluso que no le gusta mucho la prensa, es cuestión de ver sus entrevistas, hay una que me da risa, es en Alemania, solo dura cinco minutos y el traductor tiene cara de preocupado todo el tiempo. No lo culpo, a mí tampoco me caen bien los periodistas.

Fue un tanto accidentado coordinar el encuentro, por alguna u otra razón no nos vimos hasta tres semanas después, sin embargo, hubo lugar y fecha.
Nos quedamos de ver en su domicilio al sur de la ciudad a las diez de la mañana, me atoré en un embotellamiento en el Periférico y me vi obligado a llamarle para avisar que llegaría tarde, me respondió diciendo que no había problema, pues no estaba en casa.
Finalmente llegué a su hogar, por fuera es discreto, incluso parece pequeño, pero una vez adentro uno se percata de que es un lugar bastante grande, de paredes blancas y escaleras altas.

Me recibió una señora muy amable, una vez le hube confirmado que sí, que yo era Carlos, me pidió que fuera a la sala a esperarlo, —¡¿por qué tan serio?!— me grita otra mujer más grande desde la escalera. Me río.
La primera me pasa una revista en la que Mafud es portada, —léala jóven—, dice, es una publicación norteña de sociales en las que los retratados solo aparecen con su nombre de pila.
La sala es amplia, ordenada y está decorada con figuras religiosas, pinturas, plantas grandes en macetas adornadas, un espacio elegante de piso de madera, atrás de mí hay un patio amplio y vacío, me recuerda a la casa de Chiapas de Luis Barragán.
Es un lugar silencioso, queda cerca de la avenida pero parece un mundo aparte, solo si estás atento se llega a oír un claxon, o muy lejano, el murmullo de la ciudad. Me aburro. Empiezo a revisar los libros que hay en la mesa, uno es de antigüedades de Egipto, Macedonia y Grecia, son fotos y es pesado, el otro es "Por Siempre México", me lo sé de memoria, no tiene caso revisarlo.

Me levanto para ver los cuadros de la casa, tiene buen gusto, las pinturas son preciosas y tuvo a bien elegir una abstracción como la decoración más grande, estoy malacostumbrado al museo, busco una cédula que me diga datos del autor pero no la encuentro, veo la firma, no conozco al pintor.
Llevo ya veinte minutos, para matar el tiempo reescribo mis preguntas y empiezo a contar cosas: cuanta gente hay en la casa, llego a seis, todos parecen trabajar para él; cuántas pinturas hay en donde estoy, eran nueve, creo; en mi fisgonería me doy cuenta de lo limpia que está la casa, muy limpia, ni siquiera hay polvo, veo al techo esperando encontrar aunque sea una araña que haya salido de las plantas que tiene, veo el revistero, no hay nada que me interese, volteo al segundo piso intentando adivinar qué pasa arriba, ¿a dónde se fueron las mujeres que me recibieron?, ¿qué habría pasado si hubiera llegado más tarde?
Salgo de mi trance cuando oigo que se abre la puerta, sonidos de carro y de inmediato la voz de Mafud. Habla fuerte, pero no grita, da unas órdenes y empieza a sonar actividad en la casa, no entiendo nada de lo que está diciendo. Tarda un rato en subir, se ve algo apurado, lo saludo de mano y me pregunta si le tomaré fotos al ver la cámara, digo que sí, me pide que lo espere, se irá a cambiar. Unos minutos después, una mujer me pide que la acompañe a la oficina, ahí se llevará a cabo la entrevista.
La oficina está menos ordenada que el resto de la casa, en lo que espero a que Mafud entre la reviso, hay algunos accesorios de su marca, pinturas, libros, unos DVD y un VHS que me llama la atención "Desfile en Bellas Artes 1998", me pregunto por qué no estará en YouTube.
Finalmente, Mafud entra acompañado por un hombre, se le ve de buenas y más bromista que cuando lo conocí, tomamos asiento y le explico de qué irá la entrevista y qué es PERFILES. Escucha atento pero no se ve muy interesado. Intento establecer rapport, llegarle por algún lado, no hacemos click, la entrevista transcurre lenta.

Armando Mafud.
Carlos Didjazaá: ¿Cómo está?

Armando Mafud: Muy bien, gracias.

CD: Usted nació en Salina Cruz... ¿Cómo fue su infancia?

AM: Salina Cruz, Oaxaca. A todo dar, muy bonita, una infancia feliz, en el pueblo, no en esta ciudad.

CD: Es hijo de padre libaneses.

AM: Sirios, padres sirios.

CD: Usted menciona en otras entrevistas la tienda de raya de sus tíos...

AM: De mi abuela. No dije que era una tienda de raya, sino que era como una, con esos mostradores antiguos de madera, una de esas tiendas que venden cobijas, telas, suéteres, de todo.

CD: ¿Qué lo llevó a ser odontólogo?

AM: No sé, tal vez casualidad, tal vez influencia, quizás pensé que era una carrera muy bonita y así lo fue.

CD: ¿Sí la ejerció?

AM: Sí, diez años.

CD: ¿Y cómo llegó al diseño?

AM: Haciendo accesorios, cuando mis hermanos y yo éramos estudiantes, para vender y ganar más lana. Caminábamos por el centro y vimos una tienda donde vendían materiales, metí a mis hermanos al negocio y empezamos en un tallercito con una persona, luego tuve la suerte de que me invitaran a un Miss México con mis accesorios. Así fue, me fui involucrando e involucrando y aquí estamos.

CD: ¿En qué año fue su primera colección?

AM: Entre accesorios y ropa tengo 38 años de carrera, de ahí saca la cuenta... por el ochenta, ochenta y uno.

CD: ¿Cómo fue ser diseñador emergente en los ochentas?

AM: Siempre tuve mucha suerte o no sé si las cosas eran muy bonitas; empecé con accesorios y en seis meses ya estaba entre los primeros que hacían ese tipo de cosas y de ahí pa' delante.

CD: Hay un hueco enorme de información que abarca toda su carrera en la década de los noventas, ¿cómo fue su trabajo en esos años?

AM: Ah caray, ¿un hueco enorme? Hemos trabajado desde ese día hasta la fecha con el mismo ritmo.

CD: ¿Cuál es ese ritmo?

AM: Diario, hacer desfiles, viajes, pero no entiendo por qué dices que de los noventas no hay información.

CD: ¿Cómo llegó a Bellas Artes?

AM: Llegué a Bellas Artes por invitación del Festival del Centro Histórico. Me invitaron a hacer una presentación que iba a ser en otro recinto, pero yo propuse que fuera en Bellas Artes, se quedaron con el ojo cuadrado, "usted, atrevido", no había fechas, pero unos japoneses que iban a hacer una cosa cancelaron y me quedé con ese espacio. Me he presentado tres veces ahí en la sala principal y una vez, para presentar mi libro, en la sala Adamo Boari.

CD: ¿Qué representó para usted?

AM: Qué te puedo decir, es la máxima casa de cultura en el país, fue más importante para mí que exhibir en París o en cualquier otro lado, y en París estuve en el Louvre.  Bellas Artes es Bellas Artes para mí. Lo más importante de mi carrera.

CD: ¿Y presentar en el Teatro Macedonio Alcalá?

AM: Ha sido por una gira itinerante de la colección que hemos presentado en Oaxaca, Chiapas, Torreón, Orlando, Florida, Houston, muchos lados.

Mafud en su tercera presentación en Bellas Artes, 2011.

CD: ¿Cómo llegó a París?

AM: A París llegué en avión —ríe— fue por la invitación de una marca de productos para el cabello para presentar mi colección en un evento de peluquería, se hizo de manera muy formal.

CD: ¿Afecta a su vida como persona y diseñador vestir a primeras damas?

AM: Es bueno y es malo, no creas que es lo más importante para mí. Para mí son como cualquier otra clienta, claro, son las primeras damas pero me da igual.

CD ¿Y qué es lo más importante para usted?

AM: Disfrutar la vida.

CD: Usted ha sido muy influenciado por Rodolfo Morales.

AM: No todo ha sido Rodolfo Morales, solo es parte de la colección que siempre se está reciclando. Por un trato con la Fundación Rodolfo Morales podemos reproducir las pinturas en la ropa.

CD: ¿Qué otros pintores lo inspiran?

AM: De México Diego Rivera y Frida Kahlo, para lo que se presta mi trabajo nada más ellos, he hecho cosas de Tamayo, para el Museo Rufino Tamayo, esos vestidos se donaron y se subastaron para ayudar al museo.

CD: ¿Qué diseñadores lo han influenciado?

AM: Yo creo que ninguno. Admiro mucho a Valentino, a Lagerfeld, pero no me han influenciado, las locuras que hago me salen naturales.

Foto cortesía de Armando Mafud.

CD: ¿Cómo ha sido la aceptación en el extranjero de su ropa?

AM: ¡Muy buena! El primer lugar donde entró la ropa fue en Düsseldorf, Alemania, por la feria de la CPD (Collection Premiere Düsseldorf), me invitaron a un evento especial con dos diseñadores mexicanos y a mí me tocó cerrar el desfile, a partir de ahí decidieron invitarme cada seis meses.

CD: ¿Cuál es su proceso de diseño?

AM: Varía mucho, primero intento hacer el diseño, se hace una prueba de manta, luego el corte, que después se hace en tela y después se cose, al final se pinta, se borda, depende.

CD: Pero usted no dibuja.

AM: No sé dibujar, fíjate. Yo calco una muñeca que me heredó Luis Galindo, un gran ilustrador al que incluso contrató Dior en París, y encima de la calca yo intento hacer dibujos. No sé dibujar, no sé coser, no sé pintar, no sé bordar.

CD: Qué extraño.

AM: Es la verdad, eso lo hace la gente que trabaja conmigo.

CD: Entonces es más empresario que diseñador.

AM: ¡Si lo fuera sería millonario! Pero no lo soy, a pesar de que mucha gente así lo crea. No soy empresario, soy artista.

CD: Me llama mucho la atención que diga que nunca se ha ido de Oaxaca. Aunque su libro esté seccionado en estados; Oaxaca, Chiapas, etcétera, o estilos, en todos veo a Oaxaca, incluso en su sección barroca que es más cercana a Santo Domingo que al barroco italiano. Habiendo dicho eso, ¿usted es más mexicano o oaxaqueño?

AM: Está rara tu pregunta, al ser oaxaqueño soy mexicano, ¿o qué México esperabas tú, la Ciudad de México?

CD: Dice que representa a México, pero lo veo muy focalizado en Oaxaca.

AM: Pero no es lo único que hago, ahí está Puebla, Coahuila... puedes ver los estampados de talavera en todas mis colecciones.

CD: ¿Y no lo han influenciado otros países?

AM: Ninguno.

CD: Dicen que es NeoMexicano, ¿cree entrar en la categoría?

AM: ¿Del arte? Si es así es un honor para mí.

CD: ¿Cree que la moda sea política?

AM: La moda es un producto socioeconómico, no creas que es casualidad, sucede como todo en el mundo. En la posguerra veías a las mujeres muy varoniles con charreteras y sacos cruzados y unos años después llega Dior con sus faldones amplios hasta el tobillo, cinturas apretadas y el busto levantado. Y así fue cambiando la moda junto con la gente.

CD: ¿Y su trabajo es político?

AM: Para nada.

CD: Hábleme de las Olimpiadas de Londres.

AM: Ni me acuerdo muy bien pero ahí estuvimos. Me llamaron de la CONADE para presentar un proyecto, lo presenté y al día siguiente empezamos a trabajar. Ellos me buscaron.

CD: En el extranjero la reacción fue muy positiva, la BBC hasta le dedicó un minuto, pero aquí fue todo lo contrario, ¿a qué cree que se deba?

AM: No hay mexicano que no sea atacado por los mexicanos, cuando estás subiendo te jalan el pie para que te caigas. Cuando subí el comentario de la BBC en Londres, algunos de los que me atacaron me escribieron para pedirme disculpas.
Yo cumplí con mi trabajo, hice algo que fuera acorde a mi trayectoria y a lo que me pidiera la CONADE y no me entendieron, ¡hasta recibí mentadas de madre! Pero que no me entendieran no significa que la colección estuviera malhecha, eso fue un ataque de envidiosos.
Y déjame decirte que fue terrible solo en un porcentaje, no todo el mundo atacó la colección, la gente quedó maravillada, los atletas estaban felices, hubo unas indisciplinadas que se cambiaron las botas por tenis, otros compraron sombreros de charro en el aeropuerto y se los levantaban por eso de la mexicanidad, pero no fue mi culpa, no estaba en los camerinos para corregirlos.
La colección estaba maravillosamente hecha y fue aceptada por los conocedores.

Delegación olímpica mexicana, Londres 2012.
Foto cortesía de Mafud.

CD: ¿No ha pensado en vivir en otro país?

AM: Nunca.

CD: ¿Qué es la mexicanidad?

AM: El respeto a México, llevarlo con dignidad por el mundo en varios aspectos.

CD: ¿Qué opina de los trajes que llevó la última delegación olímpica en Río de Janeiro?

AM: No los vi.

CD: ¿Por qué hacer un libro?

AM: Es importante dejar plasmada tu trayectoria y tu trabajo en algún lado. Además era lógico. Está mal que lo diga pero soy el diseñador que más ha trabajado y hecho por México, tenía la obligación moral y la inquietud por hacerlo y lo hice. Tuvo mucho éxito, ha gustado mucho y además recibimos el Premio Nacional de las Artes Gráficas.

CD: ¿Y por qué no hacerlo de forma cronológica?, ¿por qué llamar a doce escritoras para formar su libro y no hacerlo de forma autobiográfica como la mayoría de los diseñadores?

AM: No estaba tratando de sobarme el ego ni de contar mi vida, yo quería hablar de mi trabajo. Si no hubiera sido así nadie lo habría comprado. Quise mezclar mi arte, la moda, con la literatura, por eso se convocó a doce escritoras especialistas en su ramo para llenar ese complemento cultural.
Si me pusiera a hablar de mí no habría sido un libro de arte, que así es como está catalogado, sino uno de horror. Si hubiera hablado de mi vida habría aterrado a la gente.

Por Siempre México, 2017.

CD: ¿Por qué?

AM: Bueno, cada quien tiene lo suyo, ¿verdad?

CD: ¿Ha tenido discípulos?

AM: No, no tengo paciencia para enseñar.

CD: ¿Cómo ve la industria de la moda en México?

AM: Parada, pobre, sin apoyo, como siempre, con pocas ventas.

CD: ¿Nadie lo emociona?

AM: En México nadie y te diré por qué: yo abrí un camino de diseño mexicano que no existía y que muchos han intentado copiar, famosos y no. Si te vas a Oaxaca fácilmente encontrarás 50 imitadores -o seguidores- míos que creen que agarrar un huipil y pegarle un parche a un vestido de manta es diseñar. No es eso. Le digo a los estudiantes que lean, se informen, que vean todo lo que está pasando y no copien. Agarrar el escote de un vestido que viste en una revista y la manga de otro no es diseñar y todos hacen eso, por eso no me emociona nadie, perdón.

CD: ¿Cree que aún sirva el modelo actual de pasarela?

AM: Tiene mucho que no veo ni hago pasarelas, hice la de Torreón porque casi me hacen manita de puerco, pero prefiero hacer exhibiciones con maniquíes. Me da tristeza que ya no haya modelos como las que teníamos antes: Martha Cristiana, Eugenia Cauduro, Monserrat Olivier, todas las que fueron mis consentidas se acabaron, esa generación pasó, de repente empezaron a caminar como caballos, poner caras, e ir despeinadas, ¡eso no es glamour! La moda no es ir en fachas.

CD: ¿Ha pensado en hacer una línea de pret á porter?

AM: Lo he pensado pero me he arrepentido, necesitaría otro modelo de negocio, lo mío es único, una sola pieza por diseño y el pret á porter es masivo.

CD: ¿Por qué el afán de solo hacer una pieza por modelo?

AM: No es afán, es exclusividad, eso es lo que ofrezco mis clientes. Puede haber toda una serie de alcatraces pero no están pintados igual, ese es el tipo de ropa que hago.

CD: ¿Qué planes tiene a futuro?

AM: Seguir trabajando hasta el último día, continuar mi gira de Por Siempre México, hacer nuevos proyectos, no me gusta estar inactivo.

CD: ¿Qué consejo le da a los jóvenes diseñadores?

AM: Que trabajen, lean y busquen una identidad, incluso si quieren hacer cosas mexicanas que las hagan bien y no impriman y estampen lo que se supone que sea un bordado, lleven a México con dignidad... y no copien.

CD: ¿Al joven Mafud?

AM: Que se esté quieto porque ya está muy viejito.

CD: ¿Y a mí?

AM: Estudia más a tus entrevistados.

Han pasado 23 minutos, muy poco tiempo para una entrevista de semblanza, aún intento hacerle plática, le comento de otras cosas que estoy haciendo, Mafud responde algunas cosas que no aterrizan en nada, me ve con la mirada condescendiente de quien da la oportunidad de huir.
Le tomo la palabra y salgo por donde entré; antes recorro la casa y vuelvo a ver los cuadros, estoy insatisfecho, quizás fue muy pronto, me encuentro a la mujer que me recibió y ya no pregunta nada, ¿nos habrá escuchado?, bajo las escaleras y me topo con el portón, a la derecha tengo el taller, tengo ganas de husmear y quedarme platicando con la trabajadora que está adentro pero prefiero aguantármelas.

viernes, 23 de noviembre de 2018

PERFILES: Entrevista con Héctor Terrones

Por Carlos Didjazaá

Sin planearlo mucho, nos reunimos en la Casa Terrones. Permanentemente ocupado, al llegar lo encuentro terminando de atender a una clienta. Está apurado, pues acordamos ir a la Ibero en cuanto llegara a la cita, sin embargo, aún tiene cosas que hacer. Lo espero.

Parece distante en un principio. Nada más alejado de la realidad; Héctor es bastante extrovertido, su voz es fuerte y su plática desenfadada. Físicamente, es alto y barbudo. Me pide que espere en la sala y me presta algunos de sus libros de moda para que los lea mientras él acaba. — ¿Ya viste el de Mugler? — dice — mi trabajo solo ha tenido tres influencias, él es una. Cuando lo tuve enfrente para que me lo firmara no supe qué decir —. No lo ubico en su biblioteca. En cambio, hojeo el catálogo de la última exposición del MET "Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination". Son cuatro volúmenes. — ¡Oye, ven! — escucho desde la cocina. Voy. Ya no me dio tiempo de revisar el de Mugler. 

En la mesa, me esperan un bistec y un vaso grande de té verde. Los tres comemos juntos. Aún no he mencionado a Anayeli; es su diseñadora y nos ha acompañado todo el rato. Su carácter es agradable y se habla con bastante familiaridad con Héctor. No sé desde cuando se conozcan, parecer ser de mucho tiempo atrás. —Así es mi español, ¿eh? — me advierte el diseñador — prueba la flor de calabaza, es la mejor que vas a comer en tu vida... yo cocino como diseño—. Todo está muy bueno, debo admitir. Terminamos. Héctor sale disparado a cambiarse y poco después llega el Uber que nos llevará a la universidad.

El plan es el siguiente, según yo: lo entrevisto, vamos a su conferencia y después regresamos a su casa.

— Nos esperan en la puerta 10 — instruye al chófer — debe ir después de la 9; si es grande, si es chica, si es roja, si es azul, si es amarilla, no lo sé. Nos esperan en la 10 —. Le pregunto si quiere que lo entreviste de camino a la universidad, responde que no. — ¿Para qué? Ahí voy a hablar de mi vida y es de lo que me vas a preguntar tú. Mejor me ahorro saliva y me preguntas sobre lo que tengas dudas ahí mismo: Héctor Terrones es vivencial —. Aún así le hago preguntas en el camino de forma discreta; no quiero que note que, a fin de cuentas, todo es entrevista. Fallo miserablemente. Lo dicho en el trayecto queda como una plática entre amigos.

Me sorprende la cantidad de mensajes que manda y recibe: notas de voz, llamadas, pedidos, memes; Terrones no deja de trabajar nunca. Llama a su sobrina Joss Terrones, que es quien lo citó en la Ibero para que le dé una plática a las estudiantes de Diseño de Indumentaria y Moda en su clase de Textiles. Bromean, se gritan, se ponen de acuerdo y Héctor le pide un café; en el camino le irá llamando varias veces. 

Por fin llegamos. Era la puerta 12, no la 10. Da igual, ya estamos ahí. Joss es menuda, rubia, guapa. Caminamos de prisa hacia el salón con las maletas cargadas de vestidos y corsés para mostrarlos en la clase. Nos reciben. Hay pocas alumnas y tardamos en instalarnos. Héctor me presenta con varias personas y me pide que les hable de mis proyectos, lo cual agradezco. Traen maniquíes y ayudo a una chica a vestir uno; está bastante nerviosa. Por alguna razón, todos lo estamos, pero no queremos demostrarlo. Se corre la voz y vemos cómo se va llenando el recinto. Empieza la presentación. 

Me he tomado la libertad de retomar algunas preguntas que hicieron las alumnas en lo que, en aras de ser una ponencia, terminó siendo una suerte de rueda de prensa.

Héctor Terrones.
Foto por Gabo Franco.

—Háblanos de tus inicios.

Héctor Terrones: Soy técnico en Máquinas y Herramientas por parte de la Vocacional 1 "Gonzalo Vázquez Vela" del IPN. Luego estudié en la Universidad Jannette Klein, que es la que considero mi alma máter; en ese entonces se llamaba Jannette Klein Fashion Design School. Me gradué en el 89, pero empecé a trabajar en el 87 en una fábrica de ropa para niñas, porque tenía que pagar mi carrera. Es de una marca llamada Vestiniña que tenía las licencias de Halston y Guy Laroche. Antes era muy fácil vender las franquicias y trabajar con licencias porque al parecer nadie las cuidaba.

Como estudiante de diseño antes de la época digital, todo era muy difícil. Me llegaba una carpeta de fotos de la colección más reciente de alguna marca de alta costura, y había que interpretarle para niña de cero a seis años. ¡Hacer eso estaba en chino! Hacíamos cerca de 15 colecciones al año para: departamental, autoservicio, boutiques, El Palacio de Hierro, Sears y Liverpool con cinco temporadas: primavera/verano, otoño/invierno, entretiempo, más las promociones que sacaran. Teníamos otra marca que era Winnie Pooh, entonces decían: "este año viene el Winie Pooh vaquero", y tenías que diseñar para el Winnie Pooh vaquero, y sacar ropa de niña y de niño. En esos días, Karina Terrones, mi primera sobrina, tenía un año y fue mi modelo, pues le tenía que probar los muestrarios a alguien.

Como al fin y al cabo la ropa es producción, hay que resolver. Desde el principio me daban ropa que no se vendía para intervenirla; también tuve la tarea de corregir todo lo que tuviera algún error de maquila. En ocasiones, había 400 blusas mal cosidas y tenía que arreglarlo en el momento. Como suelo decir: el defecto se convierte en efecto. Les hacía una pinza, una costura, o le ponía un moño, y se sacaban de vuelta al mercado. A veces, esa blusa con fallas se vendía más que el diseño original. A esa edad tienes ganas de hacer muchas cosas... obviamente no te gusta hacer ropa de niña.

En el 89, para un lanzamiento de la marca Guy Laroche en Liverpool, todo se tenía que hacer de acuerdo a una gala de esa época. Y se me me ocurrió que, si la marca estaba usando terciopelo, pues yo también iba a usarlo para las niñas. Hice vestidos de terciopelo negro con bolsitas y compartimientos para cubrir el pañal; también los hice de tafeta fucsia, jade, morado, azul rey, colores que las señoras ochenteras siguen usando. Había detalles que, por la década, eran muy difíciles de importar. Entonces, me iba a Tepito a buscar qué adornos y bolitas para peinar había, y con eso adornaba los jumpers.

Mientras menos presupuesto tienes más creativo te vuelves. Se los adelanto: en ninguna tienda del mundo encontrarán botoncitos lila con un Swarovski encima. Para hacer lo que tú quieres tienes que aprender a buscar, y si no, a desarrollar. Hoy ya hay cosas como la impresión 3D, pero, salir a la calle, encontrar cosas y observar donde nadie ve, sigue siendo importante. No puedes limitarte a ir  por tus materiales a la tienda de la esquina y luego, si no encuentras lo que querías, decir que no existe en ningún lugar del mundo solo porque no está ahí.

Mi experiencia ahí fue muy buena, finalmente, mi formación es empresarial. Mi familia tiene una empresa: Plásticos Terrones. Es una planta pequeña, pero se ha hecho trabajando.

Oficina de Plásticos Terrones, Ciudad de México, 2018.
Foto por Carlos Didjazaá

—También fuiste maestro ¿Cómo llegaste a serlo?

HT: Cuando establecí mi primer atelier, hacíamos ropa con bordados y cosas así para bazares de noche, que estaban de moda. En el 92, hice los uniformes para un hotel que estaba asociado con un gobernador y me dijeron "ya no te necesitamos, deja de cobrar o te desaparecemos". Ese fue mi primer tropezón profesional. Perdí 50 millones que, hoy en día, deben de ser como 500,000 pesos o un millón. 

Regresé con Jannette Klein, quien siempre ha sido mi mentora y me presenta como su hijo, con una mano atrás y otra adelante. Ella me dio trabajo y formación como docente. Jannette se preocupa bastante porque sus profesores estén capacitados en administración, pedagogía, didáctica... muchas cosas. Anteriormente, ya me había becado para que no abandonara la carrera, pues me había salido de mi casa. Me dijo que diera un curso de bordado, modelado y accesorios. Cuatro meses después, mis grupos estaban más llenos que los cursos de la carrera.

Es muy padre recibir apoyo. En aquel entonces había diseñadores como Manuel Méndez, Genne Matouk y otros nombres que han de haber escuchado, y ninguno de ellos me abrió las puertas porque me veían como una amenaza. Cosa que se me hace muy estúpida. ¿Cómo se la va a agarrar un hombre de 50 años contra un chavo de 22? Es por eso que uno de mis proyectos de vida es que las puertas de mi marca HECTOR TERRONES estén abiertas para todos ustedes, porque nadie me apoyó. Solo hubo uno que lo hizo, se llamaba Claudio Sala. Él hizo el enorme vestido de novia de Lucero. Cuando murió, compré sus máquinas de coser y con eso decoré mi casa.

— ¿Por qué dejaste la docencia?

HT: Me desilusionó ver que los estudiantes solo iban por su diez y a que les pusiera asistencia. No me sentía motivado a seguirles dando clase. La docencia es algo a lo que te dedicas por pasión, por gusto, porque quieres compartir algo, no por dinero. Para darte un ejemplo: si mi clase era Accesorios y duraba cuatro horas, me llevaba a mis alumnos al Museo de Antropología e Historia. Los dividía por salas y les pedía que me hicieran la extracción de cinco elementos gráficos que vieran ahí; les daba dos horas para ver, pensar y diseñar algo, menos aretes y collares. Ir al museo y luego diseñar un collar con un dije maya es demasiado fácil. A veces me metía en problemas con la escuela por sacarlos tanto tiempo, pero no me importaba porque era muy dinámico y aprendían mucho. 

Eso fue un tiempo. Después me decepcionó ver que llegaban con sus justificantes, o que no les interesaba investigar ni siquiera quién les estaba dando clase. La falta de iniciativa me mata. Debes investigar permanentemente. En la época pre-internet, yo les decía que fueran a hojear revistas al Sanborns si no podían comprarlas. Ni te van a correr, ni te van a pegar porque te lleves tres horas ahí. Ahora con el internet lo tienen todo. ¡Tendrían que vivírsela en el sitio de WGSN y no sólo visitarlo cuando tienen una entrega! Tienen que ver toda la cartelera del cine, todas las tendencias de Netflix; no todo es American Horny Story. ¡Tienen que documentarse! En una ocasión, un chico me preguntó que si primero fue el Vogue de Madonna o Vogue la revista. ¡Hasta ganas de pegarle me dieron! 

Al final del día, los estudiantes son clientes. La escuela no te va a reprobar ni te va a expulsar. ¿En serio crees que van a dejar ir una entrada de $25,000 mensuales?

— ¿Cómo y cuándo abriste tu marca?

HT: Gracias a la docencia y a los Fashion Tours de Jannette Klein pude conocer a una diseñadora de vestuario de Universal Studios. Trabajé un mes con ella como su asistente en México y otro mes en en California. Realmente fue ella quien pulió mi visión como diseñador y como empresario de la industria de la moda. Antes, las carreras de diseño de moda no eran tan profesionales y tampoco tenían a los grandes catedráticos como ahora. Tenías que comprar los libros de moda en el MET o en el Louvre y quedarte sin dinero, y no solo presumir que los tenías, también debías aprendértelos. Todo eso ha cambiado con Wikipedia. También me tocó ver de cerca el vestuario de "Drácula, de Bram Stoker", ahí fue que me empecé a interesar más en los corsés.

Con toda esa visión, en 1995 dejé la escuela y abrí el atelier con mi nombre. Ya llevo casi 24 años con él. Empecé vendiendo vestidos de novia, principalmente.

Empieza su presentación. Son fotos de sus colecciones, editoriales y  campañas. No hay texto, solo son Hector y sus anécdotas. — No había otra manera en la que pudiera presentar mi trabajo— aclararía después camino a casa. 

—Cada fotografía salió muy cara, cada fotografía es una historia— dice el diseñador — Si ven una que les guste, interrúmpanme y háganme preguntas—. En el primer retrato está una irreconocible y muy bronceada Cecilia Galeano; nos tiene que aclarar quién es. 

Al encontrar una mejor foto de su trabajo en pasarela, empieza el diálogo con los espectadores.

Cecilia Galeano cerrando un desfile de Terrones, 2006.
Foto de Ricardo Durán.

— ¿Cómo construyes tus diseños?

HT: Yo parto de la premisa de que el cuerpo humano es tridimensional: no solo es parte delantera y trasera; es como vestir a un cilindro que además se mueve. De hecho, en muchas de mis prendas verás desarrollada esta idea. Las costuras laterales no me encantan, prefiero combinar mi parte victoriana con la oriental; es decir: de dos planos crear una pieza tridimensional como en el origami. También hago muchos ejercicios en casa: hago degradado en telas, experimento con bordados... Por ejemplo, este vestido es de un textil horrible que sacó Dupont, se llama Tactel, y tenía que hacer un vestido con él. La metí al microondas, la herví, la teñí, y no le pasaba nada a la chingada tela; pero drapeaba muy bien. Entonces, la drapeé sobre un corsé, le puse cristales morados, hice unas botas a juego con la misma tela y me acabé ganando un premio en Nueva York con ese vestido por el mejor uso de materiales. Lo expusieron junto a una pieza de Versace en el 98.

Héctor Terrones para Dupont, 1998.

— ¿Tú haces todas tus prendas?

HT: Sé hacerlo todo. Así como he llegado a tener hasta 30 empleados, también me he quedado solo. Por eso es importante que aprendan a hacer las cosas. En ocasiones, llegan algunas clientas que no encargan nada, pero traen vestidos de Christian Lacroix o Jean-Louis Scherrer hechos únicamente de pétalos de seda, pidiéndote que los amplíes o los hagas tres tallas más chicos. Es como corregir la rinoplastia de otro cirujano. La ropa que lleva Belinda en "Bella traición" y "Luz sin gravedad" es de Dolce and Gabbana, Chanel y mía. Su madre la compró toda en trunkshows, o sea, son prendas de pasarela o de muestrario que no están a la venta. Eran talla 9. Obviamente, Belinda jamás ha sido de esa talla. Entonces, tuve que reducirlas a talla 5. 

Para quitarle a un saco militar 10 galones de una manga, desbaratar la caja y graduarlo hacia adentro, se necesita valor. Y más que valor, conocimiento. Aunque eso también te da mucha experiencia y seguridad en tu trabajo.

— ¿Cómo es tu proceso para hacer un vestido?

HT: A partir de un solo elemento puedo crear colecciones muy grandes. Actualmente, ya casi no dibujo; elijo mis telas, las aviento sobre el maniquí y, a los tres días, vuelvo ya sabiendo qué hacer con ellas. Ya que estoy coordinando el desfile, le pido a algún ilustrador que dibuje la colección por mí. Si ya está hecha, ¿para qué la dibujo? A veces ya no patrono; solo le pido a mis empleados que me corten medios círculos en determinada tela y todo lo resuelvo sobre el maniquí. Ya no tiene caso llevarlo al papel.

Otra cosa que me gusta es la deconstrucción de elementos, no me gusta lo plano ni lo bien hechecito, tanto en mis diseños como en mi persona. Obviamente, mi escuela ya es muy particular.

— ¿También coordinas tus fotos?

HT: Sí, yo hago la producción, el estilismo; decido maquillaje, peinado, todo. Esta foto es la más icónica de mi marca, es Carmen Campuzano. Sí, fue mi modelo y era una mujer muy guapa que no tenía nada que ver con los chismes que ahora conocen. Esta otra es muy interesante, la tomamos en París. Antes de que yo conociera la ciudad ya me había formado una imagen de ella, e hice un vestido que encajara con mi fantasía y quedó perfecto. La tomamos en el Puente Alejandro III. Esta otra la tomé en el 99, igual en París. Viajé con mi modelo y era imposible tomarla por los turistas; sin embargo, cuando vieron que ella iba de novia, yo de traje, y nos besamos, todos se abrieron porque pensaron que fuimos ahí a tomar las fotos de nuestra boda. Un consejo: vayan bien vestidos cuando viajen; podrán entrar a las boutiques, a varios lugares y siempre los tratarán bien. Esta es muy buena, es del mismo año; yo vi esa foto de la torre Eiffel desde el Champ de Mars y estaba necio con que quería mi foto ahí. El concepto de mi campaña era "¿Dónde vas a pasar el 2000? Tokio, México, París, etcétera". En esa zona no está permitido tomar fotos profesionales y para lograr esa toma debes tirarte al piso. Entonces, metes a tu modelo, corres, te tiras en el piso, tomas la foto y te vas rápido para que no vean que son fotos para una campaña.


Carmen Campuzano modelando para Héctor Terrones, 2000.
Foto de Adolfo Pérez Butrón.

Campaña ¿En dónde recibes el 2000?
Cortesía de Héctor Terrones

—¿Con qué compañías has trabajado?

HT: Con varias: Laroche, DuPont, Mattel, Swarovski, Peñoles y Grupo Reforma. A veces, marcas de textiles como Kaltex me contrataban, me daban las telas, y yo hacía una colección con ellas. 


Mira, esta es de una colección barroca que me encargó L'Oreal Professionel París, con quienes trabajé muchos años. Está inspirada en Frida Kahlo, y me llevaron a presentarla en el Louvre frente a 3000 personas con 80 modelos en el escenario. Yo quise mostrar una mexicanidad como la de las vírgenes oaxaqueñas; no quería llevar una alegoría a la talavera de Puebla como Armando Mafud. La cual me gusta, pero no es mi onda. Todos se levantaron a aplaudirme y me dieron ganas de llorar. Que interrumpan el show para felicitarte a ti, el couturier mexicano, y recibir aplausos de pie está padre. Por cierto, la de la foto es Jacqueline Bracamontes.


Jacqueline Bracamontes desfilando para Héctor Terrones en París.
Foto obtenida del sitio de Rodrigo Marín.

—¿Qué clase de textiles usas?

HT: Me gustan las telas clásicas de la Alta Costura: seda, brocados, encaje, terciopelo, cuero, pieles. Pero también me gusta desarrollarlos. Así como metí el Tactel al microondas, también me gusta emplear altas tecnologías para mis prendas... ¿sabías que puedes hacer plisados en el microondas?

El problema con las telas en México es que hay muy pocas para Alta Moda. Si quieres hacer cosas buenas, tienes que emplear todos los recursos posibles para hacer lucir tu ropa. Yo me aventaba a hacer el ramo, las botas; a planear el maquillaje, el peinado, la música, para que nadie notara lo feo de la tela. Aunque, al final, eso también es tu trabajo como diseñador.

—¿A qué te refieres con altas tecnologías?

HT: ¿Vieron la exposición del MET del 2016, Manus X Machina? Me tocó ver ahí prendas que yo ya había desarrollado. Esa tela de allá es de puros flecos cortados a láser; cuando fui a comprarla hace cinco años a Nueva York me decían que todo el mundo iba a tocarla pero nadie se la llevaba. Compré algunos metros e hice faldas con eso que gustaron mucho. La tela del corsé es una malla bordada sobre color nude, cubierta de cristales Swarovski. De lejos, parece que la mujer va cubierta de brillo únicamente. A eso me refiero con alta tecnología.

—Y con el problema de los textiles en México ¿Dónde consigues tus materiales?

HT: Cada que voy a Nueva York regreso con dos maletas llenas de tela, o si no, las compro en línea.

Modelo de malla nude decorada con cristales y falda de flecos de Hector Terrones.
Foto por Carlos Didjazaá

— ¿Has hecho ropa de hombre?

HT: Sí, esta colección, "Sentimientos Mexicanos", fue de hombre con una sola prenda femenina. Tenía mucha iconografía mexicana y referencias al arte sacro. Pegó mucho al sur de Estados Unidos: gente no mexicana a la que le gusta lo mexicano.

— ¿Cuál es tu mayor inspiración?

HT: Mi principal inspiración es la felicidad de las mujeres que visto. A veces, las madres son muy crueles y llegan al atelier preguntando: ¿Qué puedes hacer para mi hija que está muy gorda, muy prieta, muy fea? ¡Cállate! Déjame con ella a solas y que me diga qué quiere. Cuando al final las veo frente al espejo sonriendo, en un color que les favorece, con alguna tela o un corte tapándoles lo feo, es lo mejor. Eso es lo que me inspira y me motiva para seguir creando.

—Además de Mugler ¿Quiénes más son tus referentes?

HT: Christian Dior y Cristóbal Balenciaga.

Looks de Sentimientos Mexicanos.
Cortesía de Héctor Terrones.

—Tu seña de identidad es el corsé ¿Cómo llegaste a esa conclusión para incorporarla en tus diseños?

HT: En los noventas estaba muy de moda lo unconstructed y lo deconstruted; además, siempre me ha gustado ese discurso de la ropa exterior que parece ropa interior. El corsé fue una idea muy exitosa que copiaron muchos diseñadores. Técnicamente, todas las quinceañeras de México usan una versión modificada de un corsé mío.

— ¿Cómo llegaste a las quinceañeras?

HT: Fue circunstancial. No había un mercado tan grande, y en las expos de bodas yo era el único diseñador con brocados, texturas y colores. En ese entonces, del 98 al 2001, las quinceañeras gastaban muchísimo en un vestido. Así me acerqué a ellas. Además, la televisión ayudó bastante: durante doce años salí en Hoy, Se Vale Diario y Vida TV durante cinco minutos al día.

— ¿Cómo fue tu experiencia en la televisión?

HT: ¡Muy padre! En el 96 me llamaron de TV Azteca para hacer una sección de moda en "Con sello de mujer" que producía Magda Rodríguez. Al mismo tiempo, en Televisa, el programa "Hoy" se reinventaba con Talina Fernández, Alfredo Adame y todos ellos. En paralelo, empezaba la relación de Eugenio Derbéz con Sarah Bustani. Como viajaban mucho, Sarah me pidió que le hiciera un favor y la cubriera en las temporadas que pasaba fuera. 

Mi primera entrevista en televisión fue con Talina, de hecho. Y en esa ocasión me dijo: "vi en el periódico, hace unas semanas, a una modelo divina con un corsé de un diseñador mexicano, y tu trabajo me recuerda a él". Vi la foto y era, justamente, la fotografía de Carmen Campuzano. Así fue como entré a la tele.

Alguna vez comentaba con Beatriz Calles que yo estoy muy agradecido con Sarah Bustani porque fue ella quien me metió a la televisión, y Calles me respondió: "No, ella te invitó a la TV, pero, en realidad, le gustaste a la cámara, a la gente y a los productores desde el día dos". Es cierto, por eso duré cuatro años en "Hoy". Luego, como pasa muchas veces, nos cambiaron de estudio para que entrara otra producción y, en el 2000, entró una propuesta para el Canal 4, el canal de la Ciudad de México.

Tras hacer estudios de mercado se dieron cuenta de que no había un canal para la Ciudad de México. Ya sabes que hay canales locales en cada ciudad, donde se anuncian los negocios de la zona para no pagar publicidad en la televisión mainstream que es carísima; entonces, era absurdo que la capital no tuviera el suyo.

Necesitaban personal proactivo, propositivo, con mucha creatividad y me llamaron a mí para la sección de moda, Me pidieron que colaborara de manera formal y acepté, así llegue a Vida TV. Teníamos poco rating, pero cuando pasó el atentado de las Torres Gemelas en el 2001 se decidió que en el programa no se hablaría de eso; a fin de cuentas, la tele sirve para entretener. 

Nuestros espectadores se fueron al triple y como vieron que funcionó nos pasaron al Canal 2. Ahí yo salía con Galilea Montijo, Héctor Sandarti, La Bodoquito -que en paz descanse- y tuve una parte muy importante, pues tenía mi pasarela fija en el programa y teníamos un rating de punta cuando salía yo.

En esos cinco años, tuve nada más tres o cuatro juntas con el productor por detalles como que no podía salir con el logo HT en la solapa de mi saco, por asuntos del departamento de ventas; o por la ocasión que invité a Michel Domit al programa y fue un rollo porque en la tele no puedes decir marcas y su empresa se llama igual que él. También entrevisté a Carolina Herrera cuando trajo su perfume 212 a México.

Luego, me invitaron a Univisión a programas como "El Gordo y la Flaca" o “Sábado Gigante” y empecé a presentar mis colecciones cada 15 días. Ese momento fue importantísimo. Realmente ahí fue cuando definí al personaje televisivo de Héctor Terrones que mucha gente recuerda.

Yo era muy incluyente en mi sección: invitaba a diseñadores pequeños o empresas textiles como Mussi, que hoy está muy consolidada; a Jaime Ibiza, que es diseñador de bolsos, y otros más que eran mis invitados fijos. Pero también acudían los que hacían trajes de baños, tallas extras, ropa para bautizo, un chico que hacía playeras experimentales en la Zona Rosa. Todo lo que fuera parte de nuestra industria presentado de forma simple y amena. Es como los programas de cocina: no tiene sentido enseñar a hacer un lomo de cerdo a la ciruela con soufflé de huachinango, la gente necesita saber cómo se hace un huevo estrellado bonito y ya. Le tienes que hablar al público como si no supiera del tema. Ahí me volví conocido; lo sigo siendo, pero suele suceder que, si no estás en tele, piensan que te moriste.

Héctor Terrones en Vida TV.
Foto de www.expertos.tv

— Tú mismo has dicho que hay que crear una imagen alrededor de ti y que la imagen de tu marca eres tú ¿Cómo logras eso sin volverte un remedo de influencer?

HT: Yo lo logré porque soy Héctor Terrones: soy ese eslabón perdido entre los modistas de antes y los diseñadores de ahora. Además, al estar en televisión forzosamente te vuelves un personaje.

— ¿Y cómo logras separar esta triada de televisión-moda-farándula y seguir siendo Héctor Terrones diseñador de moda, y no Héctor Terrones el diseñador de las estrellas?

HT: Me caga que me presenten como famoso. Me apellido Terrones, no Famoso. No me gusta que me relacionen. Mi objetivo es muy claro: trabajar con los productores, no con el talento. Hice las dos últimas temporadas de Master Chef: si no les gustó el corsé de la Chef Betty en redes, me vale madres. Lo importante es el productor y el rating. Tienen que entender que eso es showbiz, no moda. A mí me pagaron y me dieron crédito, además, cumplí con mi trabajo. Me llevo muy bien con Yuri, por decir un nombre, y a veces me llama para que le haga vestuario, pero es porque la conozco. Yo trabajo más con la productora o el canal de televisión.

— ¿Qué tan rentable es mandar a las artistas vestidas con tu ropa a una alfombra roja?

HT: Nadie viene a mi taller a pedirme que le haga el vestido de Paulina Rubio. Nadie. Nunca. No tienes que alejarte de eso, es una inversión para tu imagen y tu marca, pero no es una alternativa de negocio.

—  También hiciste una colección de Barbie ¿Cómo sucedió eso?

HT: Por la gente de Vestiniña. Ellos trajeron la marca de Barbie al país, la encuentran en Liverpool. Abraham Daniel Zaga, dueño de la licencia de Barbie en México, me habló varios años después y me dijo: "¡Qué bueno que sirvió mi llamada! Me hablaron de Mattel desde Nueva York para preguntarme qué diseñador mexicano podría desarrollar una colección para la marca, y les hablé de ti, después de veinti-tantos años". 

Cada que hagan algo tienen que apasionarse, no pueden hacer un favor a medias. Esa ocasión ha sido la única en la que Barbie ha tenido apellido: "Barbie by Terrones", búsquenlo en YouTube. Eran prendas que se iban a vender en Macy's. Me dieron el layout y me dijeron que diseñara basado en eso, con colores pastel viejos, naranjas, etcétera ¡Guácala! Me fui a la Lagunilla y encontré una blusa de remate con ese layout. Se la dejé al director de Barbie en su escritorio y le pregunté "¿Cómo me mandas a hacer una colección internacional con esto? Si ya está en las calles de México es que ya lleva dos años a la venta, déjame hacer el layout a mí". 

Hice una Barbie rockera en rosa, plateado y negro. Si mi inspiración era esa, naturalmente yo iba a salir con mis mechas rosas a despedir la pasarela. En 72 horas se hablaba de la colección de manera orgánica en 65 países. En el 2007. Aún así, como los dueños de Mattel eran unos WASP no me quedé con el contrato ¿Cómo iba a ser el chief manager de Mattel un homosexual latino? Eso es importante...

Barbie by Terrones (2008).

— ¿Te presentas en Fashion Week?

HT: Ya no. En Fashion Week me presenté 10 veces y en Mercedes Benz Fashion Week México, 12. Fui el primer invitado a la segunda edición de Mercedes Benz y puse la condición de llegar con mi propia producción, y así fue. Trabajábamos muy bien hasta que me salí de ahí porque me maltrataban como diseñador. 

Yo les acarreaba mucha prensa, el 20% de los invitados eran míos y el 80% de Mercedes; o sea, gente que le había comprado a Mercedes Benz ese año, y que se volvían clientes potenciales míos. Eso era al inicio. Lamentablemente, hoy tienes que tener 20,000 followers como blogger, o pagar $250,000 para entrar, y yo ya no estoy para eso. Vendo otro tipo de prendas, y ya no me presento por aplausos. Porque además, le permites a la gente que te destrocen: hablan bien, hablan mal ¡Pero nadie te compra! Yo me llevo muy bien con la prensa importante. Si es por relaciones comerciales, no me interesa. Si es para que me vean los estudiantes de diseño, creo que es la obligación de las instituciones educativas decirles quiénes diseñan en México y llevarlos a una visita guiada por sus ateliers o traerlos a la escuela como pasó hoy. Hacer colecciones para caerle bien a alguien -¿A quién?- no es negocio.

— ¿Cómo conseguiste llevarte bien con la prensa?

HT: Soy amigo de Fernando Toledo desde hace muchos años. Hemos viajado por todo el mundo, pues yo he presentado en Hong Kong, en París, en muchos lados. Lo conocí desde que Reforma Moda apenas empezaba y yo les coordinaba las editoriales. Mi amistad es eso: amistad, no hipocresía de "ay, voy a invitar a comer al editor de Reforma para que me publique". Yo le llamo y le digo: "oye, tengo unas fotos, ¿me las publicas? Va, órale" y ya. Después de cierta edad y mucha historia pasa eso.

—Aquí nos dicen mucho que al diseñar hagamos lo que queramos, porque al trabajar se cierran mucho a las ideas ¿tú qué dices?

HT: Que es cierto. Como estudiante puedes diseñar lo que se te hinche un huevo, pero trabajando entiendes que debes seguir un A, B, C; no puedes hacer un M, Ñ, W, Z si no tienes formación. Debes diseñar pensando siempre en que debe gustarle a mucha gente, no obstante, cuando diseñas solo pensando en la gente, se vuelve simple diseño comercial y pierde toda cualidad artística. Yo hago lo que quiero, pero si me pasan un layout, trabajo con base en eso. Mira —dice mientras señala un corsé de cuero negro— la inspiración de este son los bichos, los escarabajos; las telas negras, brillosas, mate. En la espalda tiene una panza de lagarto que mide dos metros. El cuero es del más suave y tiene muy pocos cortes; entre menos cortes tenga más caro es. ¡Es una pieza de 3000 dólares! 

De todas formas, para hacer lo que quieras debes tener mucha cultura. Para trascender, te tienes que quemar los ojos.


— ¿Qué opinas de esta tendencia de decirle a los estudiantes que deben hacer ropa, no moda, que no son artistas?

HT: Que es desinformar y es muy mala escuela. Actualmente, se les dice que hagan piezas unitarias, con mucha propuesta, pero que no se van a vender nunca, que qué oso ser como Terrones y vestir reinas de belleza. Bueno, puedo decirte que yo vendo mucho más que ellos, que de un patrón yo hago 400 novias, y que mi trabajo sí es artístico ¡Yo pintaba murales! No soy un simple vendedor de vestidos. Soy un diseñador y me considero un artista. Eso que dices me parece un mal consejo.

— ¿Qué consejo nos das como diseñadores mexicanos para insertarnos en el mercado internacional?

HT: Llénate de cultura, aprende. Si no sabes quién fue Arturo Ramos, Cynthia Gómez, Héctor Terrones, Versace, Scherrér, etcétera, y quien fue al principio, al final y en medio, no puedes diseñar. Debes tener una cultura visual muy amplia. Antes de hacer cualquier cosa, primero tienes que saber. No veas revistas de moda, Yo tengo años, ¡siglos!, sin abrir una. En la revista ya está resuelto qué debes diseñar. También evita Pinterest, es como ir a una juguetería y ver en la sección de Lego el carro de Batman. Si ves eso, a partir de ahí lo que hagas será copiado. Lo chingón de Lego es que te digan: "tienes que hacer un muro rojo", y que no haya ningún material rojo y tengas que resolverlo. No consumas información de moda resuelta.

— ¿Trabajar en la fábrica de plásticos de tu familia influyó en tu estética?

HT: No definió en nada mi estética pero sí mi manera de trabajar. La parte estética se la atribuyo a mi madre que es fashionista. Vengo de una familia en la que mi papá no es godínez: no nos levantamos temprano, no seguimos ninguna dieta, no somos deportistas, pero trabajamos 24/7. Entonces, si en algún momento a las 12 de la noche debes levantarte a checar un problema en la producción, o detenerlo todo para introducir una mejora, o salvar un pedido a toda costa, lo hacemos. Al mismo tiempo, mi padre y toda mi familia que se dedica a eso, han innovado y han diseñado productos súper importantes, así como yo me apegué al corsé. Esa parte emprendedora y ética fue lo verdaderamente importante para mí.

— Hablando de ética ¿Qué valores en específico definen tu firma?

HT: En la Casa Terrones se trabaja con cinco valores que me costó mucho definir: 1. El vestido debe ser sobre medida. 2. Debe hacerse al gusto del cliente. 3. Debe haber una propuesta de la casa. 4. La prenda debe verse más cara de lo que es. 5. Si no me recomiendan se les rompe el vestido a media fiesta.

— ¿Cuál es el peor error de un diseñador?

HT: Sentirse chingón.

— ¿Cómo formas un acervo visual, es decir, cómo empiezas tu estética?

HT: Tienes que trabajar para alguien tres o cuatro años, no puedes ser tan lírico. Si te da pena o coraje sentirte el gato de alguien, es tu pedo. Tienes que trabajar levantando cajas, acarreando agua, da igual: el ABC está ahí. Tienes que ponerte horas y ser disciplinado: una hora para levantarte, una hora para comer, otra para ir al baño. Tienes que ser ordenado. Si no tienes orden en tu clóset, tu alacena y tu vida, no puedes ser diseñador. No puedes ser nada.

Finale de la colección ROUGE, 1998.
De izquierda a derecha: Jacqueline Kocher, Fernanda Chabat, Martha Cristiana, Felicia Mercado, Héctor Terrones, Laura Reyes, Galilea Montijo, Monique Vilfort, Ana Torallas, Norma Flores, Irene Ponce y Soraya González.
Foto cortesía de Héctor Terrones.

— ¿Has elegido tú a tu propio nicho de mercado o él te eligió a ti?

HT: Recientemente descubrí que las ganas de tener un taller de Alta Costura eran generacionales. Me tocó una época que quería eso y así me quedé. Además, no me interesa crear ropa para producción masiva. Respecto a mis clientas, ellas llegan a mí porque les gusta mi trabajo. No me encanta que lleguen con revistas, comprendo que a veces son necesarias para tomar algún elemento como referencia, pero ni tú eres Claudia Schiffer ni yo soy Valentino. Si estás conmigo es porque quieres que yo te diseñe algo.

—Tu apogeo fue en la década de los dosmiles y tu identidad como diseñador encajaba muy bien con ella ¿cómo mantienes un negocio así en una década diametralmente opuesta que está mucho menos sexualizada sin comprometer tu ADN?

HT: ¡Yo sigo vigente papacito! ¿Qué te pasa? (ríe) No es cierto, estoy consciente de eso. En esa época yo tenía vida de rockstar: amarraba a mis perros con longaniza y tenía 300 pares de zapatos, jamás repetí un par en televisión. Algo de lo que me di cuenta es que nadie te recomienda mas que en su propia familia. Entonces, las novias que vestí antes, ahora mandan a sus niñas para sus quince años; o quinceañeras que vestí hace tiempo, ahora vienen a que les haga su vestido de novia. Te tienes que adaptar. También tienes que estar muy atento a todo ¿ya vieron A Star Is Born? ¡Háganlo! Si no lo hacen son nacos. Es su obligación. Si te contratan en un bar gay, los clientes llegan con la idea de ver algo como Lady Gaga. Tienes que estar actualizado y hacer algo así, aunque no tragues a Lady Gaga. Insisto: vean todos los documentales de Netflix, aunque les caguen. Por ejemplo, el documental de los Windsor ya está resuelto; es lento, pero si te dedicaras a investigar eso en libros tardarías años. Vean cine, salgan a la calle, vean los aparadores, actualícense. 

Debes mentalizarte también. Recientemente, tomé una terapia que se llama cognitivo-conductual, te enseña a usar tu cerebro más que tus sentimientos. Si estás trabajando y tienes que usar rosa, pero te caga el rosa, no importa: te programas para que te guste el rosa. Te das cuenta de que ese rosa te va a dar de comer, y diseñas para ese rosa. No solo es lo más inteligente, también es lo que más te conviene.

— Respecto a la gestión ¿Cómo te organizas?

HT: Por días: los lunes hago home office; martes, miércoles y jueves atiendo clientes; los viernes no veo a nadie, hago scouting y networking; el sábado, si no hay expos, me lleno de clientes desde las 10 hasta las 7; el domingo descanso. Tengo un asistente para finanzas, otro para las clientas y otro para redes sociales. Todo es outsourcing.

— ¿Qué futuro le ves a la industria de la moda en México?

HT: Ninguno. Todos consumimos ropa importada. La verdadera pregunta debería ser: ¿Cuál es la tendencia mundial en moda? Así como se acabarán los obreros y los licenciados, se acabará el mercado que pide algo one of a kind, como lo que hago yo.

—Finalmente ¿Qué sigue para Héctor Terrones?

HT: Esa pregunta me choca y siempre me la hacen. Ni siquiera sabía que iba a llegar a esta edad. Tengo una línea de zapatos, TERRONES BY GREZZO, va lento pero va avanzando.



La conferencia/rueda de prensa termina. Tomamos una foto grupal en la que salen todos menos yo. Pienso que el periodista debe ser invisible. Los estudiantes se dispersan y yo salgo del salón. Me presentan a un par de diseñadores importantes, hablo con ellos y les doy tarjetas. Al final, vuelvo con Héctor.

Joss nos lleva en su carro hacia Centro Santa Fe, debe comprar algo. Pasada casi una hora nos vamos a cenar.

De camino a la Casa Terrones, en un fatídico paseo por toda la ciudad, platicamos más desenvueltos. Reconozco que no he sabido bien qué decir en las ocho horas que he pasado con él. Está lloviendo. 

Después del recorrido, ya en su hogar, Héctor por fin revela su cansancio. En la sala, a oscuras, alumbrado solo por una lámpara, se sienta en su sillón a revisar su celular. Me pide un Uber para que me lleve a casa, y en lo que espero a que llegue hablamos, sin tema, para no pasar el rato en silencio.
Cuando su teléfono le avisa que el chofer ya está afuera, me acompaña para despedirme en su portón. La jornada ha terminado.

Ahora debo ver qué hago con la (no) entrevista que llevo grabada en el celular.

jueves, 11 de octubre de 2018

Fashion Week.

Es Fashion Week y cometen los mismos errores. Las locaciones son divertidas, interesantes quizá, con la luz mal puesta que hace ver más feas a las modelos y a la ropa peor cosida. Los blogs comparten las fotos de los atuendos interesantes de los asistentes cuyos pectorales me parecen de mayor interés que su estilismo. No hay gente fea en las fotos, sí en los eventos. No hay videos, no hay registro, quienes no fuimos seguimos teniendo que pepenar en Instagram la colección completa para olvidarla un día después. Entrevistas de un minuto, puro lugar común, ¿quién te inspira?, ¿quién es la mujer -marca-?, ¿cuál es tu look favorito? Diálogos insulsos en donde el reportero pregunta lo primero que se les ocurre y el diseñador responde lo que se le antoja, citas al aire, no hay conversación. Ya sabemos que la gran falla de la moda nacional es la falta de periodismo, ¿qué se le va a hacer?, ¿cómo se es periodista sin quejarse eternamente?, rectifico, ¿cómo se es periodista? Se habla de las colecciones con un desinterés ingente, como si no hubiera nada que reportar, a lo mejor no lo hay, ¿le pagarán a esta gente?, ¿qué caso tiene describir la ropa cuando ya hay fotos en el diario?



La escuela me dice que interprete, leo los manuales y no entiendo nada. Leo los reportes de la semana de la moda y no aprecio nada, nada es nuevo, el único que "innova" es el tipo que presenta jeans, que ironía. La experiencia es presencial, al parecer lo emocionante está en hacer contactos, lo veo desde afuera, no me arrepiento. No parece que me esté perdiendo de nada. Sin embargo las cosas cambian, según. En una semana veremos las parodias, las burlas, a los incluyentes ahora renegando de la democracia que antes pedían a gritos. Y en seis meses otra vez, y en seis meses otra vez, y en seis meses otra vez...

jueves, 23 de agosto de 2018

PERFILES: Entrevista con Pixie Hopkin

Por Carlos Didjazaá:


Las primeras palabras que me dijo Pixie fueron: "me has estado buscando por todas partes". Era cierto. Me tomó casi un año contactarla; no recuerdo a cuántas personas envié correos electrónicos pidiendo su número, ni en cuántos sitios intenté obtener su información de contacto. No fue hasta que alguien atento me dio su email (gracias Cristina) que pudimos conocernos.

Su verdadero nombre es Ángela; el apodo Pixie le llegó siendo niña, cuando su padre la encontró parecida a un elfo, y desde entonces se mantiene así. “Donde quiera que voy me llaman Ángela por dos días y luego soy Pixie”, comenta. Sujeto a la antonomasia, en los años 70 'Pixie' se utilizaba como sinónimo de pestañas. Incluso era común que te apodaran así si las tenías largas y rizadas.

Luego de un breve intercambio de llamadas, decidimos encontrarnos en el departamento de su hija Gabriela. Rubia, alta, y con un vestido largo de punto azul, habla con desapego de su pasado. Es amable, lleva dos años retirada y no le interesa mucho mirar atrás.

Pixie en 2015.
Foto de la revista Chic.


Pixie Hopkin: Tuve una infancia muy molesta, viajaba mucho. Nací en medio del océano, pero viví mis primeros años en Ciudad del Cabo, Sudáfrica... Vivíamos en Singapur, realmente, pero mi padre nos envió a mi madre, a mi hermana y a mí, casi recién nacida, a Ciudad del Cabo. Permaneció en Singapur hasta que terminó la guerra.

Carlos Didjazaá: Luego estudiaste actuación en la Real Academia de Arte Dramático ¿Qué te llevó a convertirte en actriz?

PH: Siempre había querido serlo, era algo innato en mí. Al terminar la escuela en Londres, yo me metí a estudiar teatro en la Central School; ahí te dan un bachelor of arts, te forman para ser actriz en todos los sentidos: voz, maquillaje, movimiento, obras. De ahí ibas al repertory teather, que tenía una obra nueva cada dos semanas. Hice eso durante algunos años. Luego actué en un par de obras con BBC Drama; eran obras de teatro en vivo por televisión. Después, me fui a un nuevo teatro en Dallas, Texas; el único diseñado por el gran arquitecto Frank Lloyd Wright. Contrataron gente de todo el mundo para trabajar ahí y tomar una maestría. Aunque yo estaba trabajando de actriz en Inglaterra fui, hice el casting y me seleccionaron ¿Por qué era tan especial? Porque era el primer teatro con un escenario redondo y giratorio con el mismo espacio abajo; además, las luces estaban manejadas por computadora.

Eso fue en el 61-62. Ahí conocí a (Juan José) Gurrola. Él había diseñado un teatro sensacional, y a raíz de esto lo mandaron a Yale Universitiy, donde conoció a George Izenour que era un gran iluminista. Trabajó con él y también lo mandaron a ese proyecto.


De izquierda a derecha, Pixie Hopkin, Juan José Gurrola, Iker Larrauri, Beatriz González Baz, Carlos Beltrán, Juan García Ponce, Patricia González Baz y Nacho Méndez. Acapulco, años 60.
Foto extraída del libro "La flecha extraviada" de Huberto Batis (2006).

CD: E hiciste la maestría en vestuario. 

PH: Ahí fue. Tomé vestuario en Baylor University, pues tenía la conexión con el Dallas Theater Center. Después fue muy útil, porque entendí cómo manejar las telas y cómo hacer cualquier silueta. Al estar en el teatro tenías que tomar una maestría mientras trabajabas en las obras; había directores muy conocidos como Burl Ives y otros más. Dejé el Dallas Theatre Center para trabajar en la obra musical The Tree Club; éramos 4 personas e hicimos una gira por los clubs de Playboy. En medio de la gira me vine a México para casarme con Gurrola por el civil, regresé a los Estados Unidos para terminar de presentar las obras, y después volví a México para casarme por la iglesia y quedarme. 

Para esa época, él ya estaba en el Teatro Universitario con Héctor Azar; como yo no hablaba español fui a trabajar con él y mis primeras palabras fueron 'sube el telón' y 'baja el telón'. También hacía el vestuario para sus obras y para el Universitario.

CD: ¿Cómo era Gurrola?

PH: Era un genio, para empezar, y los genios no son fáciles. Con un temperamento de arriba para abajo; muy complejo, pero al final un genio. A veces yo me preguntaba cómo se le ocurrían tantas cosas. Por ejemplo, en medio de una obra histórica puso un juego de baseball ¿Me entiendes? ¡Cosas totalmente locas! Pero que funcionaban. Era multifacético: dibujaba, dirigía obras, cine; empezó a tocar el órgano y ahí fue donde lo dejé (ríe) ¡Hice discos con el órgano! He could do anything, anything...


Single de 2+8 en Pop, el grupo que Pixie tuvo con Nacho Méndez bajo la dirección de Gurrola.

CD: Y luego filmaron Tajimara ¿Cómo fue filmar esa película?

PH: Fue muy placentero, pues ya conocía a todos; a Juan García Ponce que lo escribió, también a Juan Guerrero que algo tenía que ver, y a toda la 'mafia' de intelectuales. Si no estabas en la mafia en esos días no llegabas a nada. Como en la época de Tajimara todo era nuevo en México había mucha gente patrocinando las artes. Todo el cine experimental fue patrocinado por particulares, el más importante era Manuel Barbachano; él los apoyó mucho y patrocinaba obras y cosas así. Fue una época muy bonita, muy productiva en cuanto las artes y todo eso murió con Tlatelolco. Toda la libertad que teníamos para hacer cosas y todo el apoyo que recibíamos murió cuando les entró el miedo. Justamente ahí fue cuando conocí a Alfredo Elías Calles y me hice del papel principal en Hair.

CD: ¿En qué año te divorciaste de Gurrola?

PH: Tengo que pensarlo... ¿En qué año fue lo de Tlatelolco?

CD: En el 68.

PH: Ese año fue... ¡Qué comparación, él y Tlatelolco!

Pixie en Tajimara (1965).
Click aquí para ver la película.

CD: ¿Qué pasó con Hair?

PH: Fue, como ya sabrás, una obra muy atrevida; era la cuarta producción mundial. Bertrand Castelli la acababa de presentar en París y vino a México; era una producción en inglés con algunos miembros del reparto de Hair de Los Ángeles. Alfredo convirtió un viejo cine en el centro de Acapulco en un teatro, y ahí estrenamos la obra. Fue en Año Nuevo del 69, unos meses después de Tlatelolco, incluso estaba ahí la familia de Díaz Ordaz. Pero, después de cerrar la primera noche, la policía fue al hotel donde se quedaban los actores y se los llevaron. Hubo mucha prensa de eso; tengo un amigo que tiene absolutamente todo: "Sodoma y Gomorra en Acapulco", que todos éramos druggies, y no sé qué más.

Todos estaban legalmente aquí, sin embargo, la razón que dieron para cerrar la obra fue que todos eran ilegales, cosa que no era cierta. Fue un golpe terrible. Imagínate el costo de una producción que fue aceptada en el mundo entero menos en México. Decidí no seguir haciendo teatro, porque además me prohibieron cantar canciones de Hair en televisión cuando todo el mundo podía hacerlo... menos yo, porque era parte de este grupo de drogadictos e inmorales, etcétera.

Luego, por otras cosas que yo ya había hecho con él, el mismo Alfredo me dijo que lo ayudara con un negocio pequeño que él tenía de pelucas, porque yo era muy buena para la moda, y le dije que sí. En un esfuerzo para volvernos low key, que resultó en lo opuesto, nació Pixie.

Pixie and Hair (1969).
Si alguien lo tiene en formato físico o digital les ruego ponerse en contacto conmigo.


Nota de Octubre de 2018: Por fin encontré el LP y ya lo subí a YouTube.


CD: ¿En qué año exactamente pasó eso?

PH: En el 70. Después de lo de Hair nos fuimos un buen rato a Europa porque todo se puso muy feo y necesitaba hacer algo más discreto.

CD: Parte importante del negocio de Pixie era la publicidad y las apariciones en tele ¿Cómo fue promocionar el producto?

PH: Calles estaba muy metido en ese ambiente porque era dueño de varias discotecas. Un hombre brillante, eso es todo lo que puedo decir. Coincidió que se estrenaba Siempre en Domingo y Raúl Velasco nos pidió que saliéramos en el show; en esa época podías comprar tiempo en el programa. Teníamos una sección de pelucas y otra de pestañas. Como todo era nacional y ese era el único canal, el negocio creció muy rápido. Salía con chicas bailando con diferentes pelucas; muchas tenían nombres de distintas famosas como La Tigresa, o Rarotonga, o Cher; yo iba a provincia entre semana porque se abrían tiendas en todas partes y los fines de semana se promocionaban. No duró tanto tiempo. Las pelucas y las pestañas solo eran un accesorio. A finales de los 70, con el auge de la moda hippie en México de pelo largo y look natural, nos dimos cuenta que no iba a durar mucho tiempo la onda de estar fancy. Mucha gente llamaba al programa para preguntar donde podían comprar la ropa con la que salía en la tele, que estaba diseñada por mí; entonces, era obvio que al disminuir Pixie, y teniendo las fábricas en Tijuana con la misma maquinaria que se necesita para hacer ropa, nos pasáramos a moda. Solo la pegas con la straight machine, igual que las pelucas. Me fui a Asia a estudiar todo eso. Yo no dirigía la fábrica: formé un equipo aquí con lo que aprendí en Corea.

CD: ¿Qué tipo de gente compraba las pelucas?

PH: Uff ¡Todo el mundo! Los peinados grandes estaban de moda, pero la manera de mercadearlas fue con las pestañas. Traíamos gente famosa con pestañas postizas en un ojo sí y en el otro no; era antes de Pixie y después de Pixie ¡Incluso hicimos un concurso de los ojos más Pixie! Gente de todo el país nos mandaba fotos de sus ojos con las pestañas puestas, y la final se hizo en Siempre en Domingo con Pedro Armendáriz y gente así como jurado. El premio fueron $100,000 de aquel tiempo ¡Era tremendo! (ríe). Pero aun así, sentimos el bajón venir y empezamos a fabricar ropa. Yo ya diseñaba y me fui a vivir a San Diego; en aquel tiempo podías cruzar la frontera a diario sin problemas.

Anuncio de Pestañas Pixie en la revista Kena, 1971.

CD: Mi duda es: ¿Nunca quebraron estrepitosamente para luego volver a empezar, como suele decirse?

PH: Para nada; solo fue una nueva inversión, un cambio de giro. Abrimos una tienda maravillosa en Masaryk y vinieron los mismos arquitectos que habían diseñado la boutique de BIBA en Londres. Vieron el local e hicieron una tienda bellísima.

CD: ¿Qué ropa vendían en Pixie?

PH: La ropa que tu mamá no se atrevía a usar.

CD: Oh.

PH: ¡Ese era el eslogan! Era algo muy adelantado. Yo hacía lo que consideraba moda joven, pero la compraba gente de todas las edades. Me acuerdo que una vez hice un vestido de estampado de tigre muy sexy, de un solo hombro y muy pegado, negro con dorado; y un día lo vi en una señora bien gorda Oh no! ¡Pero les encantaba! Todo el mundo entraba, de todas las edades; era increíble, había hambre por esa moda. Además, los shows que producía Alfredo eran increíbles, ya fueran en el King Kong, que era un antro; o en el Teatro Blanquita. ¡Una vez cerramos la calle de Homero para hacer un show al aire libre con animales! Todas las colecciones tenían nombres, no los recuerdo, ¡pero la gente se peleaba por entrar a esos shows! Era un gran trabajo de promoción y eso es muy importante; ahora los diseñadores jóvenes creen que saliendo de la carrera tendrán una marca y no es así ¡No se puede! Yo tuve la suerte de tener un gran equipo que se encargara de eso mientras yo me enfocaba en diseñar y conseguir materiales. Ellos solo me llamaban cuando había alguna promoción; pero yo no estaba en esa estructura de comerciales, solo hacía la ropa que consideraba adecuada. No puedes hacer todo. Lo mismo pasa con un escritor que puede pasar tres años haciendo un libro, pero que no servirá de nada si no tiene una editorial o alguien que lo publique. 

CD: Vender ropa en México no era difícil entonces.

PH: No lo es.

Logo de Pixie Fashion.

CD: ¿Cómo ves el panorama actual de diseño de moda en México?

PH: Hay unos muy buenos. Algo de lo que siempre me quejé mucho en mis últimos años en el Palacio de Hierro es que había gente muy buena, pero que no recibía apoyo. Intentamos que un grupo de maquileros tomaran a esta gente y les pagaran el material, o les pusieran un lugar para que hicieran sus líneas, pero nadie era tan generoso. Palacio pudo haberlo hecho. Muchas veces propuse que abrieran un área en el sótano de Palacio con diseñadores nuevos; que se les diera un espacio por equis porcentaje y que, si no llegaban a ciertos números, los cambiáramos. Pero, no: querían pura moda importada. La gente en México es difícil con los suyos, they want everybody from outside. Luchaba mucho por todo eso pero people want imports. 
Ahorita lo que está cambiando tremendamente a nivel global es que la moda se está volviendo cada vez más casual, relaxwear... yo lo llamo huevawear. La gente quiere confort; ya no ves señores usando sacos, excepto en esto... ¿Cómo se llama? ¿La Casa de las Flores? (ríe) Que andan apretados con su traje. El mundo esta sufriendo una revolución en la moda porque los almacenes tienen muchos problemas con la venta en Internet; actualmente, hay compañías asiáticas que están importando directamente a México con almacenes en la ciudad y distribuyen a todas partes... big changes are coming.

CD: Pixie Fashion fue bastante exitoso, pero aun tengo la duda de por qué cerró.

PH: Tuvimos una época complicada porque no teníamos contratos extendidos ni en la tienda de Polanco, ni en la de Satélite; y con los 3 palacios que había en México en ese momento, no era negocio. Entonces, nos tuvimos que extender y me fui a mercadear mi ropa en Estados Unidos; principalmente en Nueva York y Los Ángeles, con pocos puntos de venta.

Para el 95, mis ventas bajaron en México por la falta de lugares para vender. Ese mismo año hubo una crisis financiera en Estados Unidos de la que tal vez no te acuerdas; se devaluó el peso y yo vendía en Saks, Nordstrom, Bergdorf Goodman y otras 200 boutiques. Ellos mismos decidieron -y esa es otra actitud- quedarse con sus proveedores más viejos y que los nuevos se fueran... aunque tampoco me pedían grandes cantidades. Cuando vimos venir esto me declaré en bancarrota para no pagar deudas, y Alfredo que es muy brillante, dijo: 'aquí se acaba este negocio'. Y yo pensé en retirarme.

CS: Entonces quebraron en el 95.

PH: ¡No fue quiebra! Lo hicimos adrede; cerramos la fábrica y liquidamos a los empleados. Luego tuvimos un negocio chiquito en México llamado Uluwatu de ropa blanca que yo diseñaba en Indonesia; pero ahí ya no tuve nada que ver con el mercadeo ni nada porque ya estaba semi-retirada.

Diseños de Pixie.
Foto recuperada de Mextilo de Gustavo Prado (2017).

CD: ¿Nunca te interesó retomar Pixie o hacer algo parecido?

PH: No; la maravilla de Pixie era que yo estaba ahí. Tenía la fabrica y al equipo de marketing. Si querían jeans, la fabrica se adaptaba para jeans ¿Piel? Entonces hacemos piel ¿Seda? Is silk hot? Pues hagamos seda. Yo no quería volver a empezar produciendo en Asia. Lo bonito de Pixie es que todo se podía hacer bajo un mismo techo; no hay nada como ser creativo en el momento. Nunca ganamos mucho dinero porque no sabíamos cuánto iba a costar la prenda hasta que ya estaba terminada y además queríamos precios accesibles.

CD: Y en pesos actuales ¿Qué precios tenia Pixie?

PH: Es curioso... con todas las devaluaciones que ha habido quizás una blusa podía costar como 500 u 800 pesos, ¡pero pesos de antes! Hoy veo los precios de la ropa y así era Pixie, ¿sabes? No era tan caro.

CD: ¿Cómo era tu proceso de diseño?

PH: Difícil de describir. Tenía mucho que ver con estar atenta a la cultura y lo que está pasando en el mundo. Cuando era lo de las pelucas, el cambio vino con el estilo hippie; la gente no quería adornarse tanto, ni tener peinados altos. Con la moda, el cambio vino con las telas naturales como la seda, lana, lino, etcétera, a las telas hi-tech que, aunque suene horrible, son mejores y tienen mejores precios. 

Todo el mundo usa materiales sintéticos ¿Conoces a Adolfo Domínguez? Nothing is natural, en serio, ve las etiquetas; es de tan buena calidad que, a veces, le ponen en la aduana una estampita para marcar que es seda porque no creen que no sea natural. Para los hombres tampoco hay una sola prenda natural. Los textileros mueven mucho la moda; claro que marcas de alta moda como Dior y Dolce and Gabbana usan algunas telas orgánicas, cashmere y otros tejidos; pero casi todo es falso. Ve los abrigos de piel, ¡los sintéticos son mejores! Ha habido un gran cambio, porque lo hi-tech luce igual que lo real, pero nadie se da cuenta. Hubo alguna temporada, de tres o cuatro años, en que la piel fue muy importante aquí, pero ya no. Hoy todo es artificial.

CD: ¿Qué pasó después de Pixie Fashion?

PH: Estuve un rato en Europa y me regresé a México. Gabriela vivió en Londres hasta los 29 años; también teníamos casa ahí. Cuando volvió, regresé a México para pasar más tiempo con ella; pero antes de volver, fui a manejar unas oficinas de compra que había montado para Palacio en Nueva York del 95 al 2000. Luego me regresé cuando ya no quería estar allá, I didn't like it.

Pixie frente al Arco del Triunfo del Carrusel en Paris, Francia.
Foto extraída de El Libro de la Moda en México de Desirée Navarro (2002).

CD: ¿Por?

PH: Me gusta más California; Nueva York es horrible y es difícil. Me encanta para ir dos semanas: ver teatro, museos, moda, pero vivir ahí es complicado. Tan solo para moverte, por ejemplo, debes tener chófer y un carro; los taxis son horribles y se pelean; y si rentas un carro y no tienes quien maneje, te atoras en los baches; hay choques, problemas, gritos... no es lugar para una mujer soltera. Tenía amigas, muchas, pero no me gustaba Nueva York.

CD: ¿Soltera? ¿En que momento te separaste de Alfredo?

PH: Uuuy, hace mucho, como por el 85-86.

CD: ¿Trabajaban juntos estando divorciados?

PH: Sí, todavía somos muy buenos amigos; sé que si necesito algo ahí está él y él sabe que aquí estoy yo. No fue un rompimiento amargo, teníamos muchos negocios juntos. No podía ser abrupto.

CD: ¿Luego qué hiciste en Palacio?

PH: Santiago García era el director en esa época, era el 2001 y me pidió que los ayudara dos años y esos dos años terminaron siendo 16.

CD: ¿Y ya te retiraste?

Pixie posando para la gaceta de El Palacio de Hierro (2011).
Foto: Ximena Del Valle.

PH: Todo cambia. No hay nada fijo en el mundo, y Palacio pasaba -y aún pasa- por una etapa muy dura. No es fácil promover moda y vida de lujo en México porque la gente que se puede permitir vestidos y bolsos de esos precios prefieren tomar un avión e ir una semana a Los Ángeles, o Nueva York, o Texas; donde sea que la selección sea más grande.

Palacio aún tiene una imagen muy bonita para la demás gente; es casi como magia, pero no pueden competir las 18 tiendas de Palacio con las 150 de Liverpool que tiene precios más accesibles. Hay una clase media en México muy fuerte que cada día está creciendo más. Además, mucha de la venta de lujo en Masaryk es principalmente a gente de Sudamérica que tiene mucho dinero, pero no puede ir a Estados Unidos... Entonces, vienen aquí a comprar moda de lujo: van a Cartier Masaryk y se dan una vuelta, luego mandan a más gente desde sus hoteles a comprarlo todo. 

Santa Fe también se ha vuelto una zona de lujo para la ropa, porque mucha gente vuela al aeropuerto de Toluca ¡Santa Fe se ha vuelto enorme! Ha doblado su tamaño en los últimos 20 años. Ahí esta el hospital ABC: vienen los cirujanos de Houston para hacer alguna operación y regresarse. Mientras, la familia se hospeda en los grandes hoteles y compran en los malls, it's the new big thing in Mexico. También vemos como llega esa gente a la que no le dan Visa, u hombres sospechosos en sus hummers acompañados de personas guapísimas...

CD:...

PH: Yes!

Pixie en la campaña del Día de las Madres de Palacio de Hierro, 2011.
Foto: Jacob Sadrak.

CD: ¿Y qué es lo que más te emociona en este momento?

PH: Los cambios en el mundo, todo lo que pasa; apenas llevo dos años fuera de Palacio con mi familia y todavía tengo un interés absoluto en por qué pasan las cosas: desde el cambio climático hasta las guerras, la pobreza, los niños. Me gustaría hacer algo para poder cambiar todo eso, todo lo malo... no he mencionado a Trump, ¡pero está destruyendo el mundo! Tampoco he dicho nada de esto: el cambio que se viene será mejor que el anterior, pero creo que tampoco será bueno. En esas cosas prefiero mantenerme alejada.

A pesar de los narcos, los muertos y los problemas, México se ha ganado un gran respeto en todo el mundo y es visto como un lugar muy seguro. De vez en cuando, hago comerciales con alguna agencia de publicidad, y a veces veo gente joven y hermosa paseando por aquí y resulta que son modelos internacionales. Los americanos todavía vienen a producir muchas cosas con menos papeleo, esas son las ventajas de México. Es otro mundo para ellos culturalmente; también les parece un país muy interesante. Además, aquí hay mucho dinero, pero también mucha gente pobre... hay que apoyarlos de alguna manera; es terrible, pero definitivamente no es África, estamos mucho más desarrollados... that's my opinion.

CD: Mirando hacia atrás, ¿cambiarías algo?

PH: No, a veces pienso: ¡Qué pena que me fui de Inglaterra! Porque allí pasa todo, pero, por otro lado, si me hubiera quedado no habría tenido todas las aventuras que viví en México.

CS: ¿Algo que quieras añadir?

PH: No, tal vez más tarde, ahora me tomaste por sorpresa. Como te dije, no pienso mucho en el pasado.